CAPÍTULO UNO
La primera clase del día siempre fue la más dura. Los estudiantes se mezclan en el salón de lectura de la Universidad de Columbia como zombis perezosos y con ojos muertos, con sus sentidos embotados por todas las sesiones de estudio nocturnas o por resacas, o por alguna combinación de ellas. Llevaban pantalones deportivos y camisetas de ayer, y apretaban tazas de poliestireno llenas de latte moca de soya o de tostados artesanales, o de cualquier otra cosa que los chicos beben en estos días.
El trabajo del Profesor Reid Lawson era enseñarnos, pero él también reconoce la necesidad de un impulso por la mañana — un estimulante mental para suplementar la cafeína. Lawson les dió un momento para encontrar sus asientos y ponerse cómodos mientras él se quitaba su saco deportivo de tweed y lo colocaba sobre su silla.
“Buenos días”, dijo él en voz alta. El anuncio estremeció a varios estudiantes, quienes de repente levantaron la Mirada como si no se hubieran dado cuenta de que habían entrado a un salón de clases. “Hoy vamos a hablar acerca de los piratas”.
Esto obtuvo algo de atención. Ojos miraron hacia adelante, parpadeando a través de la gran falta de sueño y tratando de determinar si en realidad había dicho “piratas” o no.
“¿Del Caribe?” Bromeó un estudiante de segundo año en la primera fila.
“Del Mediterráneo en realidad”, corrigió Lawson. Él se paseó lentamente con sus manos juntas detrás de su espalda. “¿Cuántos de ustedes han tomado la clase del Profesor Truitt sobre imperios antiguos?” Alrededor de una tercera parte de la clase levantó sus manos. “Bien. Entonces saben que Imperio Otomano fue una potencia mundial durante, oh, casi seiscientos años. Lo que quizásno sepan es que los corsarios Otomanos, o más coloquialmente, los piratas de Berbería, asecharon los mares durante una gran parte de ese tiempo, desde la costa de Portugal, a través del Estrecho de Gibraltar, y gran parte del Mediterráneo. ¿Qué crees que buscaban? ¿Alguien? Sé que están vivos ahí afuera”.
“¿Dinero?” pregunto una chica de la tercera fila.
“Tesoros”, dijo el estudiante de segundo año en el frente.
“¡Ron!” Gritó un estudiante masculino desde la parte de atrás del salón, provocando una risita de la clase. Red sonrió también. Había algo de vida en la multitud después de todo.
“Todas son buenas conjeturas”, él dijo. “Pero la respuesta es ‘todas las anteriores’. Verán, los piratas de Berbería, muchos de ellos de dirigieron a los buques mercantes europeos, y ellos lo tomarían todo… y me refiero atodo. Zapatos, cinturones, dinero, sombreros, bienes, la nave en sí… y su tripulación. Se cree en el lapso de dos siglos desde 1580 hasta 1780, los piratas de Berbería capturaron y esclavizaron más de dosmillones de personas. Lo tomarían todo de vuelta a su reino en el Norte de África. Esto pasó por siglos. ¿Y qué creen que hicieron las naciones europeas a cambio?”
“¡Declararon la guerra!” gritó el estudiante de atrás.
Una chica tímida con anteojos de montura de cuerno levantó su mano levemente y preguntó, “¿Acordaron un tratado?”
“De alguna forma”, respondió Lawson. “Los poderes europeos acordaron pagar tributo a las naciones de Berbería, en forma de grandes sumas de dinero y bienes. Estoy hablando de Portugal, España, Francia, Alemania, Suecia, los Países Bajos… todos les pagaban a los piratas para mantenerlos alejados de sus botes. El rico se volvió más rico, y los piratas retrocedieron… en su mayoría. Pero entonces, a finales del siglo dieciocho