CAPÍTULO DOS
17:55 h., hora del Este
Condado de Queen Anne, Maryland
Costa Este de la Bahía de Chesapeake
—Viernes por la noche —dijo Luke Stone.
Luke y Becca estaban sentados a la mesa del patio. El sol se estaba poniendo a través de la bahía, en un tumulto de rojo, naranja y amarillo. Era una noche fresca y serena. Los árboles comenzaban a cambiar. A Luke le encantaba esta época del año. Llevaba una camiseta fina y unos vaqueros, dejando que la brisa le pusiera la piel de gallina. Becca vestía un jersey de lana amarillo.
Becca suspiró de satisfacción.
—Viernes por la noche —dijo ella también. Chocaron las copas, como si el concepto de viernes por la noche fuera un brindis común.
Acababan de cenar pizza para llevar de un local bastante bueno. Luke estaba tomando su tercera copa de vino tinto.
El bebé dormía en el regazo de Becca, envuelto en su pijama polar azul claro, con un gorro de lana y una manta.
Ah, el bebé.
Gunner tenía ya cinco meses. Estaba creciendo a pasos agigantados. Su cabeza era enorme y estaba cubierta de un espeso y rizado cabello rubio. Tenía unos ojos azules penetrantes, era muy fuerte y ya podía sostener esa cabeza gigante por sus propios medios.
Balbuceaba y gorjeaba todo el tiempo, en una versión infantil del habla. Y le encantaba jugar a cucú-tras. Podía jugar durante horas y reír con deleite cada vez.
Todo se estaba desarrollando entre misterio y encanto. El otro día, Luke había dicho “Gunner” en voz alta y podía jurar que el bebé se volvió para mirar, como si reconociera su propio nombre.
La vida era buena.
—Debería llevarlo adentro —dijo Becca. —Empieza a hacer frío.
Luke asintió. —Yo recogeré, voy a quedarme aquí un poco más.
Becca rodeó la mesa, lo besó en la frente y luego subió la colina hacia la cabaña, con el bebé en brazos. Luke la vio irse.
Era idílico estar aquí. Lamentaba que se acabara.
Lo habían suspendido de servicio, con sueldo, durante el último mes. Fue un regalo de Don Morris. Don se había retrasado deliberadamente investigando los eventos que tuvieron lugar en la plataforma petrolera del Ártico Martin Frobisher.
Al final, apenas la semana pasada, Luke había sido exonerado de todos los cargos, había recibido una distinción de la agencia por la Frobisher y era probable que recibiera otra en secreto por desactivar la bomba nuclear del tío Joe. El incidente del tío Joe, como lo llamaría la historia algún día, fue clasificado como Alto Secreto durante los siguientes setenta y cinco años.
Pero todo lo bueno llega a su fin, incluida esta suspensión. Luke fue restituido y se esperaba que regresara a la sede del Equipo de Respuesta Especial el lunes por la mañana. Y eso significaba que este era su último fin de semana en la cabaña, un hermoso y antiguo lugar que había pertenecido a la familia de Becca durante más de un siglo.
La casa era rústica. Era pequeña, construida para personas diminutas de finales del siglo XIX, no para personas grandes del siglo XXI como Luke Stone. Los techos eran bajos. La escalera al segundo piso era estrecha. Las tablas del suelo crujían. La puerta de la cocina tenía un resorte que estaba demasiado apretado y, si lo soltabas, se cerraba de golpe cada vez.
A Luke le encantaba estar aquí. Puede