Marsella en 2001...
Cuando un hombre explota, puede que uno ni siquiera se lo imagine en sentido literal.
Pero a veces basta con que ocurra en sentido figurado.
Paseé por uno de los malecones del puerto deportivo de Marsella.
El sol brillaba.
Las aguas azules del Mediterráneo brillaban como si estuvieran cubiertas de relucientes perlas. Apenas había nubes en el cielo. Sólo de vez en cuando se veía una mancha blanca en la gran extensión azul claro. Una nube, o la estela de un avión.
Un día en el que se podía pensar que nada podría engañarle.
Pero trabajo en un empleo en el que, por la naturaleza de mi profesión, siempre te esperas lo peor.
¿Quién soy yo?
Oh, perdón.