CAPÍTULO UNO
Después de su último caso, Mackenzie White había hecho algo por primera vez en su vida de mujer trabajadora: había pedido unas vacaciones.
Había solicitado unas vacaciones de dos semanas por una serie de razones y durante el primer día, ya se había dado cuenta de que había tomado la decisión correcta. No había perdido ni un minuto en reafirmar su reputación desde el momento que había llegado al FBI. Sin haberlo planeado, había acabado manejando casos de gran calibre que parecían venir en su busca. Lo que es más, había hecho un trabajo excelente con ellos con lo que había causado una gran impresión en las personas adecuadas tanto en Quantico como en DC. Después de solucionar con éxito numerosos casos y de poner su vida en la línea de fuego cada mes, pensó que dos semanas de vacaciones pagadas no eran mucho pedir.
Sus superiores se habían mostrado de acuerdo—de hecho, le habían animado a hacerlo. Mackenzie estaba segura de que estarían más que encantados de saber cómo había estado pasando la mayor parte de ese tiempo—en diversos gimnasios y otras instalaciones de entrenamiento físico, poniendo su cuerpo incluso en mejor forma, afilando sus instintos y habilidades. Contaba con una base sólida para todas las cosas importantes. Era una experta en la lucha mano a mano. Era increíblemente buena con las armas de fuego. Era mucho más fuerte que la mayoría de las demás mujeres con las que había pasado por la academia.
Sin embargo, Mackenzie White siempre estaba deseosa de mejorarse a sí misma.
Esa era la razón de que, ocho días después de comenzar sus vacaciones de dos semanas, estuviera sudando la camiseta y trabajando una multitud de músculos doloridos en un gimnasio privado. Mackenzie se estaba alejando de la esquina de uno de los varios cuadriláteros de boxeo, dirigiendo un gesto de gratitud hacia su compañero de ring. Estaba entrando a su segunda ronda de prácticas y esperaba que le derrotaran con facilidad. Y le parecía bien.
Solamente llevaba practicando Muay Thai poco más de un mes. Se había hecho lo bastante buena como para sentirse cómoda introduciendo otro estilo de lucha menos conocido en su práctica. Con la ayuda de un instructor privado y cantidades masivas de determinación, Mackenzie también había empezado a practicar Yaw-Yan, un estilo de kickboxing que provenía de las Filipinas. Mezclar ambos estilos era algo poco ortodoxo, pero entre ella y su entrenador, habían conseguido la manera de utilizarlos al mismo tiempo. Le llevaba al límite físicamente, hasta el punto de que sus hombros y sus pantorrillas parecían ladrillos.
Sintió cómo le respondían esos músculos en el momento que se acercó a su compañero. Se tocaron los guantes y continuaron con su sesión. De inmediato, Mackenzie esquivó un golpe y respondió a su vez con un golpe bajo.
En cierto modo, era como aprender un nuevo estilo de baile. Mackenzie había participado en clases de baile de niña y no había olvidado jamás la importancia del movimiento de los pies y de la concentración. Eran disciplinas que había traído con ella a su primer trabajo como agente de policía y después a su trabajo como detective en Nebraska. Estas disciplinas también le habían ayudado enormemente como agente del FBI, salvándole la vida en más de una ocasión.
También regresaron a toda prisa a su mente ahora que boxeaba. Probó sus nuevos movimientos e instrucciones, empleando una serie de patadas descendentes y ataques con los codos, combinados con ataques de kickboxing más tradicionales. Mackenzie utilizó la expresión sorprendida de su compañero de cuadrilátero como combustible, para motivarse a sí misma. Claro, solo se trataba de una práctica, pero también sentía la necesidad de destacar en esto.
Además, le ayudaba a aclarar su mente. Siempre asociaba cada puñetazo, patada, o codazo con alguna cosa de su pasado. Un golpe de su puño izquierdo iba dirigido a años de negligencia por parte del departamento de policía de Nebraska. Un derechazo de revés ahuyentaba el miedo que le había provocado el caso del Asesino del Espantapájaros. Un giro y un golpe iban derechos al corazón de la corriente interminable de misterios que seguían resurgiendo del antiguo caso de su padre.
Si Mackenzie era honesta consigo misma, ese era el caso que le había impulsado a aprender estas nuevas disciplinas de lucha—para asegurarse de que seguía evolucionando como luchadora. Había recibido una nota de alguien implicado… alguien que se mantenía en las sombras y que, por lo visto, sabía quién era.
Podía seguir viendo la nota en su ojo mental mientras peleaba.
Deja de buscar…
Naturalmente, Mack