: John Steinbeck
: El invierno de mi desazón
: Nórdica Libros
: 9791387563653
: Otras Latitudes
: 1
: CHF 9.80
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 424
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
John Steinbeck escribió El invierno de mi desazón en 1961, un año antes de recibir el Premio Nobel de Literatura, y es su última novela. El propio Steinbeck dijo de esta obra que «trata sobre una gran parte de Norteamérica tal como es hoy en día», prestando especial atención a la confrontación entre el dinero producto del trabajo y el heredado. Steinbeck estudia en esta obra qué es lo que hace que un hombre, Ethan Allen Hawley, empleado y antiguo propietario de una tienda de comestibles, cambie de valores, en apariencia de la noche a la mañana. Ese cambio tendrá lugar, precisamente, el 4 de julio, día de la fiesta nacional estadounidense. Podemos leer esta novela como una lúcida parábola sobre los valores de Estados Unidos, y de cómo el dinero puede repeler cualquier forma de honestidad. Un libro grandioso cuyo mensaje sigue plenamente vigente cincuenta años después de la muerte de su autor.

John Steinbeck (Salinas, 1902 - Nueva York, 1968). Narrador y dramaturgo estadounidense. Estudió en la Universidad de Stanford, pero desde muy joven tuvo que trabajar duramente como albañil, jornalero rural, agrimensor o empleado de tienda. En la década de 1930 describió la pobreza que acompañó a la Depresión económica y tuvo su primer reconocimiento crítico con la novela Tortilla Flat, en 1935. Sus novelas se sitúan dentro de la corriente naturalista o del realismo social americano. Su estilo, heredero del naturalismo y próximo al periodismo, se sustenta sin embargo en una gran carga de emotividad en los argumentos y en el simbolismo presente en las situaciones y personajes que crea, como ocurre en sus obras mayores: De ratones y hombres (1937), Las uvas de la ira (1939) y Al este del Edén (1952). Obtuvo el premio Nobel en 1962.

2

Mary vino desde la cocina para tomar de sus brazos una de las grandes bolsas de comestibles.

—Tengo tantas cosas que contarte… No veía la hora de que llegaras.

La besó y ella percibió la textura de sus labios.

—¿Anda? ¿Qué sucede? —preguntó ella.

—Estoy un poco cansado.

—Pero si cerraste durante tres horas…

—Es que había mucho que hacer.

—Espero que no estés desanimado.

—Hoy es un día desanimado.

—Ha sido un día maravilloso. Espera a que te cuente, ya verás.

—¿Dónde están los chicos?

—Arriba, oyendo la radio. También tienen algo que contarte.

—¿Problemas?

—¿Por qué dices eso?

—No lo sé.

—No te sientes bien.

—Maldita sea, que sí que estoy bien.

—Con todas las cosas deliciosas… Esperaré a después de la cena para contarte lo nuestro. Ya verás qué sorpresa te vas a llevar.

Allen y Mary Ellen bajaron la escalera a todo correr hasta llegar a la cocina.

—Ya está en casa —dijeron.

—Papá, ¿tenéis Peeks en la tienda?

—¿Te refieres a los cereales? Pues claro, Allen.

—Ojalá trajeras una caja. Son los que tienen una careta de ratón en la tapa, que se recorta…

—¿No crees que ya eres un poco mayorcito para ponerte a reunir caretas de ratón?

—Es que se envía la tapa de la caja y diez centavos y te envían una cosa de ventrílocuo con las instrucciones. Lo acabamos de oír en la radio.

—Decidle a vuestro padre lo que queréis —dijo Mary.

—Vamos a participar en el concurso nacional «Yo amo a América». El primer premio es un viaje a Washington para conocer al presidente… Con tus padres, y luego hay otro montón de premios.

—Excelente —dijo Ethan—. ¿En qué consiste? ¿Qué tenéis que hacer?

—Es un concurso de los periódicos Hearst —exclamó Ellen—. A nivel nacional. Se escribe una redacción explicando por qué amas a América. Los ganadores saldrán por televisión.

—Es fantástico —dijo Allen—. ¿Qué te parece? Ir aWashington, hospedarse en un hotel, salir por televisión, conocer al presidente y toda la pesca. ¿No te parece que es fantástico?

—¿Y qué hay de la escuela?

—Será en verano. Se anuncian los ganadores el 4 de julio.

—Bueno, pues puede ser una buena idea. Y, en realidad, ¿qué es lo que os gusta de veras? ¿América o los premios?

—Vamos, padre —dijo Mary—. No les agües la fiesta.

—Solo pretendía distinguir el cereal de la careta de ratón. Tienden a confundir unas cosas con otras.

—Papá, ¿dónde te parece que podríamos buscar ideas?

—¿Ideas?

—Claro. Por ejemplo, lo que hayan dicho otros tipos.

—Tu bisabuelo tenía algunos libros muy buenos. Están en el desván.