Capítulo 1: ¡Intercambiemos a los compañeros de equipo!
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—¡Quiero dinero! —grité, quejándome amargamente.
Claro que quería dinero. Mucho, muchísimo dinero.
Estaba en el bar del gremio de aventureros.
Me llevé las manos a la cabeza y apoyé la frente sobre la mesa.
—Cualquier persona quiere dinero. Yo también… Y, ahora que lo pienso, ¿no estás siendo demasiado inútil? ¿Acaso no te da vergüenza permitir que una diosa como yo duerma en los establos? Tendrías que esforzarte en conseguir que viva mucho mejor… ¡Cuídame mejor!
La que se estaba quejando de mí era una hermosa chica cuyos cabellos y ojos tenían el color del agua.
El único punto fuerte de dicha chica era su buena apariencia, se llamaba Aqua, y supuestamente era una diosa…
—Ni siquiera sabes por qué necesito dinero tan desesperadamente, ¿verdad?
—Una diosa tan elegante y hermosa como yo nunca sabría lo que pasa por la cabeza de unhikikomori como tú, ¿no te parece? Aunque seguro que tú solo buscas dinero para volver a recluirte en una habitación, ¿verdad?
—¡Tengo deudas que pagar! —grité, y al hacerlo Aqua desvió la mirada—. ¡Debes tanto dinero que la mayoría de las recompensas de las misiones van para intentar pagarlas! ¡Esta mañana me he despertado en los establos con las cejas congeladas! ¡Los aventureros que empezaron a la vez que nosotros ya están alquilando cuartos en la taberna! ¡Deberías entender que ahora mismo no es el momento para decir cosas absurdas como “regresaré victoriosa después de derrotar al Rey Demonio”! —expliqué, golpeando la mesa en un intento de hacerla entrar en razón, pero Aqua se limitó a taparse las orejas y desvió la mirada.
En este mundo existían personas conocidas como aventureros.
Los aventureros se enfrentaban a los monstruos que amenazaban la vida de las personas día y noche, mientras vivían sin pensar en el mañana, centrados únicamente en el presente.
Incluso los aventureros, que no destacaban precisamente por su planificación a largo plazo, solían pasar el invierno en las tabernas.
Esto se debía a que, con el frío, los monstruos más débiles hibernaban; dejando activas solo a las criaturas más peligrosas.
Nuestra base era el pueblo de Axel, un lugar donde se reunían los aventureros principiantes.
Para aquellos que apenas eran un poco más fuertes que simples novatos, el mero hecho de aceptar misiones durante el invierno era un suicidio.
De repente, Aqua golpeó la mesa con vehemencia y respondió enfurecida:
—Bu… Bueno, ¿y qué querían que hiciera? ¡Sin mi superincreíble actuación, esta ciudad habría quedado reducida a cenizas! ¡¿Cómo se atreven a endeudarme?! ¡¡Deberían habérmelo a