Prefacio
El tema de nuestra conversación por carta, reproducida en este texto, es un tema notoriamente (y según algunosesencialmente) polémico: la relación entre la literatura (y las artes en general) y la sociología (o, de forma más general, una rama de las humanidades que pretende ser científica).
La literatura, juntamente con el resto de las artes, y la sociología forman parte de la cultura; las declaraciones y valoraciones arriba citadas de Theodor W. Adorno sobre la naturaleza y el papel de la cultura —como yendo «más allá del sistema de autopreservación» al «rasgar el velo» que los beneficiarios potenciales quieren conservar mediante el autoengaño, al considerarlo benevolente— se aplica a ambos campos de igual forma. Del mismo modo, en nuestra opinión, la literatura y la sociología están conectadas la una con la otra más íntimamente de lo que es común entre los diversos tipos de productos culturales y ciertamente mucho más de lo que sugiere su separación impuesta y motivada administrativamente.
Intentamos discernir y demostrar que la literatura y la sociología comparten el campo de exploración, su materia y sus temas, así como también —al menos en un grado sustantivo— su vocación e impacto social. Como dijo uno de nosotros, al intentar discernir la naturaleza de su parentesco y cooperación, la literatura y la sociología son «complementarias, suplementarias la una de la otra y se enriquecen mutuamente. No están de ningún modo en competición […] ni mucho menos enfrentadas, ni hablan de cosas distintas. A sabiendas o no, de forma deliberada ode facto, persiguen el mismo objetivo, se podría decir que “pertenecen al mismo negocio”».1Por este motivo, si eres un sociólogo que intenta desvelar el misterio de la condición humana y de este modo desgarrar el velo tejido con prejuicios e insinuaciones de ideas equivocadas auto-elaboradas, «si vas en busca de la “vida real” en lugar de la “verdad” sobrecargada del dudoso y presuntuoso “conocimiento” dehomunculinacidos y criados en probetas, entonces lo mejor que puedes hacer es tomar ejemplo de escritores como Franz Kafka,Robert Musil, Georges Perec, Milan Kundera o Michel Houllebecq». La literatura y la sociología se alimentan mutuamente. También cooperan trazando juntas los horizontes cognitivos de una y de otra, ayudándose a corregir sus errores esporádicos.
Sin embargo, lo que teníamos pensado cuando llevamos a cabo nuestro intercambio no era componer otra reconstrucción de la larga crónica de opiniones académicas cambiantes sobre la multifacética relación entre las artes y las ciencias sociales/humanas, ni tampoco capturar una instantánea de su estado actual. Dirigidas y registradas primariamente desde intereses y preocupaciones sociológicas, nuestras conversaciones no son un ejercicio de teoría de la literatura; menos aún una reconstrucción de su larga y rica historia. En cambio, hemos intentado presentar esta relación en acción: trazar, señalar y documentar las aspiraciones compartidas, las inspiraciones mutuas e intercambiar sobre estos dos tipos de miradas hacia la condición humana… maneras humanas de ser-en-el-mundo, con sus penas y alegrías, potenciales humanos desplegados o bien ignorados, incluso malgastados, perspectivas y esperanzas, expectativas y frustraciones. La literatura y la sociología hacen todo esto (al menos lo intentan y con toda seguridad se les exige que lo hagan) mientras despliegan estrategias, herramientas y métodos distintos, aunque complementarios. Clasificar y ordenar a la literatura entre las artes, mientras que la sociología tiene problemas para ser clasificada entre las ciencias —aunque con éxito incierto—, no puede más que dejar una huella profunda en las opiniones comunes sobre la relación entre ambas y también respecto a las prioridades de quienes las practican. Por esta razón, trazar límites ha sido siempre más atractivo a ambos lados de la supuesta división que construir puentes y f