Pese a que la historia del teatro español desde el franquismo hasta nuestros días cuenta ya con una importante y valiosa bibliografía, aún es mucho lo que nos queda por descubrir sobre este periodo tan complejo como crucial para comprender nuestro presente. Uno de sus aspectos menos estudiados, sin duda, es el del teatro para niños. Un campo desconocido donde los haya, ignoto para los historiadores del teatro, de la cultura e incluso de la educación, no obstante su capacidad de alumbrar aspectos determinantes de la vida social de una época. Porque determinantes son tanto la forma en que el poder político organiza la vida teatral de un país como la educación de la infancia, dos aspectos que convergen en el tema tratado en este libro. Ya sea de forma directa, a través de las compañías y los teatros oficiales, o bien a través de los muchos filtros que impuso al teatro privado —incluidas la censura ministerial y la eclesiástica—, el régimen dictatorial condicionó el teatro para la infancia de manera implacable, y esta influencia resulta especialmente visible en los años cuarenta, que constituyen el objeto de este estudio.
La tarea de adentrarse en el teatro infantil de este período no es fácil. La autora explica bien en su introducción la dificultad de acceder a las fuentes, entre otros motivos, porque es muy escasa la documentación que se ha conservado. Ni la prensa periódica prestaba demasiada atención a estos espectáculos, ni los fotógrafos acudían a sus estrenos, ni, en los casos en que llegaron a imprimirse carteles, programas de mano u otros materiales promocionales, ninguna institución se ocupó de archivarlos. Siempre me ha llamado la atención el cuidado que pusieron las autoridades culturales franquistas en conservar la memoria de los teatros oficiales: el CDAEM conserva lujosos álbumes fotográficos de estos montajes, un conjunto de volúmenes encuadernados en piel con las programaciones de los Festivales de España, un archivo de fonogramas, cientos de libretos de los directores y apuntadores... (Un celo por conservar su propio legado teatral solo comparable al que empleó en silenciar el teatro de la oposición, a juzgar por los miles de expedientes de censura conservados en el AGA). Pues bien, en el caso del teatro infantil, apenas han quedado rastros documentales de los años cuarenta y cincuenta; hay que esperar hasta la década de los 60, en que se pone en marcha la compañía Los Títeres, Teatro Nacional de Juventudes de la Sección Femenina, para que se empiece a conservar esta documentación de forma equivalente al teatro para adultos. Así pues, aunque la fuente primordial de este estudio, tal como explica la propia autora, la ha constituido la Cartelera Teatral de los años cuarenta elaborada por Lola Puebla entre los años 2011 y 2018 desde el Centro de Documentación Teatral (el actual CDAEM), para completar esta información Santolaria ha tenido que llevar a cabo una minuciosa labor de búsqueda en hemerotecas, bibliotecas y archivos, principalmente, el AGA, con su fondo correspondiente a la censura de representaciones.
Cristina Santolaria es muy consciente del valor del trabajo de campo, del hecho de rescatar datos olvidados, humildes en apariencia, pero que, traídos oportunamente, pueden iluminar aspectos desconocidos de la historia teatral y constituirse en puntos de apoyo de nuevos enfoques e interpretaciones. Entre 1998 y 2000 Santolaria tuvo la oportunidad de dirigir el Centro de Documentación Teatral del Ministerio de Cultura, y allí demostró su interés por las bases de datos documentales, herramientas básicas para reconstruir la vida escénica de un país en un determinado período. No es este el lugar de repasar las publicaciones que se llevaron a cabo bajo su dirección, pero sí resulta significativo destacar que todas ellas tenían un objetivo común, objetivo que comparten igualmente las páginas que ahora tiene el lector entre sus manos: dar noticia de la historia cotidiana y real de los escenarios españoles, reconstruir la historia teatral desde su base, que no es otra que las representaciones que tuvieron lugar en cada teatro, en cada ciudad, en cada temporada. Ni más ni menos. Un objetivo compartido por otros estudiosos que desde hace años vienen trabajando en este sentido (especialmente destacable es la labor llevada a cabo por el profesor José Romera Castillo desde la UNED, como la de Ángel Berenguer en la Universidad de Alcalá), pero que, en su caso, reúne la doble vertiente de haber dirigido obras de este tipo elaboradas por otros investigadores (como los Anuarios teatrales que publicó el CDT) y de haber entrado ella misma a recopilar y analizar estos datos, visitando lo