Es habitual oírle al profesor y experto en decrecimiento Carlos Taibo contar la parábola del pescador mexicano, readaptando el cuento deTony de Mello enEl Canto del Pájaro:
En un pueblo de la costa mexicana, un paisano se encuentra medio adormilado junto al mar. Un turista norteamericano se le acerca, entablan conversación y en un momento determinado el forastero pregunta: «Y usted, ¿en qué trabaja? ¿A qué se dedica?». «Soy pescador», responde el mexicano. «Caramba, un trabajo muy duro», replica el turista, quien agrega: «Supongo que trabajará usted muchas horas cada día, ¿verdad?». «Bastantes, sí», responde su interlocutor. «¿Cuántas horas trabaja como media cada jornada?». «Bueno, yo le dedico a la pesca un par de horitas o tres cada día», replica el interpelado. «¿Dos horas? ¿Y qué hace usted con el resto de su tiempo?». «Bien. Me levanto tarde, pesco un par de horas, juego un rato con mis hijos, duermo la siesta con mi mujer y, al atardecer, salgo con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la guitarra». «Pero ¿cómo es usted así?», reacciona airado el turista norteamericano. «¿Qué quiere decir? No entiendo su pregunta». «Que por qué no trabaja más. Si lo hiciese, en un par de años tendría un barco más grande». «¿Y para qué?». «Más adelante, podría instalar una factoría aquí en el pueblo». «¿Y para qué?». «Con el paso del tiempo montaría una oficina en el distrito federal». «¿Y para qué?». «Años después abriría delegaciones en Estados Unidos y en Europa». «¿Y para qué?». «Las acciones de su empresa, en fin, cotizarían en bolsa y sería usted un hombre inmensamente rico». «¿Y todo eso, para qué?», inquiere el mexicano. «Bueno», responde el turista, «cuando tenga usted, qué sé yo, 65 o 70 años podrá retirarse tranquilamente y venir a vivir aquí a este pueblo, para levantarse tarde, pescar un par de horas, jugar un rato con sus nietos, dormir la siesta con su mujer y salir al atardecer con los amigos a beber unas cervezas y a tocar la guitarra».
Este cuento-parábola sintetiza la filosofía que inspira el decrecimiento como una forma de entender el sentido de la vida. No solo condensa una metáfora económica, sino una cosmovisión de la vida.
Como plantean tantos expertos y expertas en este campo, y a quienes sigo en el análisis del decrecimiento que planteo en este libro, comoNicholas Georgescu-Roegen (1979),Cornelius Castoriadis (2006),Sergio Latouche (2008), Jorge Riechmann (2004),Jean Paul Besset (2005), Ecologistas en Acción (2006), Carlos Taibo (2021), Yayo Herrero (2010, 2022), Fernando Cembranos y Marta Pascual (2019), José Manuel Naredo (2020), Federico Demaria (2021), Yayo Herrero (2022),Michael Löwy y otros (2022),Jason Hickel (2023) y muchos otros y otras: en el fondo, todo el mundo lo sabe.
Todos y todas somos conscientes, de una forma o de otra, de que la humanidad corre hacia el precipicio con nuestro actual sistema económico, sustentado en la ideología neoliberal: el capitalismo. Un sistema basado en el aumento imparable del crecimiento de la producción y el consumo, vinculado inevitablemente al aumento de la desigualdad, la destrucción del planeta y el ecosistema y al expolio y saqueo de los recursos de las futuras generaciones.
Pero nos negamos a asumirlo, porque este capitalismo y la ideología neoliberal que lo alimenta han colonizado incluso nuestro imaginario mental y utópico.
Las soluciones a las crisis suelen centrarse en las mismas recetas de siempre, en el mantra de «más crecimiento, más mercado»: aumentar la producción, construir más infraestructuras, desarrollar tecnologías que no se adaptan a las dimensiones ecológicas de la Tierra, estimular el consumo y el crecimiento…
Toda la humanidad comulga en la misma creencia. Los ricos la celebran, los pobres aspiran a ella. Un solo dios, el Progreso; un solo dogma, la economía política; un solo edén, la opulencia; un solo rito, el consumo; una sola plegaria: Nuestro crecimiento que estás en los cielos…
En todos lados, la religión del exceso reverencia los mismos santos: desarrollo, tecnología, mercancía, velocidad, frenesí; persigue a los mismos herejes: los que están fuera de la lógica del rendimiento y del productivismo; dispensa una misma moral: tener, nunca suficiente, abusar, nunca demasiado, tirar, sin moderación, luego volver a empezar, otra vez y siempre. Un espectro puebla sus noches: la depresión del consumo. Una pesadilla le obsesiona: los sobresaltos del producto