: Bernard Corwwell
: Sharpe y su regimiento La invasión de Francia, 1813
: Edhasa
: 9788435049900
: El fusilero Richard Sharpe
: 1
: CHF 9.80
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: Erzählende Literatur
: Spanish
: 448
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: ePUB
Richard Sharpe y sus hombres aguardan en la frontera los refuerzos del segundo regimiento del South Essex. Las tropas británicas han logrado expulsar de la península Ibérica al ejército napoleónico. Sin embargo, la situación ha entrado en un punto muerto en los Pirineos, y el invierno cada vez está más cercano. Desesperado ante la tardanza de los refuerzos prometidos, y sabiendo que sus hombres se encuentran en peligro mortal, Sharpe decide desplazarse hasta Inglaterra para averiguar qué sucede realmente. Allí descubre que, en esta ocasión, los problemas no vienen de parte de los franceses, sino de los burócratas de Whitehall, que están inmersos en una red de intrigas y corrupción, con la única idea de enriquecerse, a costa de todo y de todos. Una vez, más, para poder salvar su vida y la de sus hombres, Sharpe deberá hacer gala de todo su valor y su ingenio.

Bernard Cornwell nació en Londres en 1944 y vivió su infancia en el sur de Essex. Después de graduarse en la Universidad de Londres, trabajó para la cadena de televisión de la BBC durante varios años, hasta que se hizo cargo del departamento de información en Irlanda del Norte, y en 1978 pasó a dirigir el programa Thames at Six para la Thames Television. Actualmente reside en Estados Unidos. Su serie dedicada a Richard Sharpe lo convirtió en uno de los escritores más leídos y de mayor éxito en el género de la novela histórica de aventuras, condición que volvió a poner de manifiesto con la trilogía formada por?Arqueros del Rey?(2001),?La batalla del Grial?(2002) y?El sitio de Calais?(2004)?o la tetralogía sobre Starbuck, situada en la guerra civil americana. También son buena muestra de su talento las novelas?Stonehenge (2000),?El ladrón de la horca?(2003),?Azincourt?(2010 o El fuerte (2011), así como las?«Crónicas del Señor de la Guerra», trilogía compuesta por El rey del invierno?(2008),?El enemigo de Dios?(2009) y?Excalibur?(2010), de la que se ha estrenado serie televisiva en 2024. En su haber consta también una obra de no ficción o ensayo histórico: Waterloo (2015).??? Sin embargo, ha sido el ciclo de trece novelas sobre la confluencia de sajones, vikingos y normandos, iniciado con?Northumbria. El último reino?(2006),?el que lo ha elevado a la cumbre de los mejores novelistas históricos y lo ha convertido en un auténtico best-seller. Por ello, entre otras cosas, ha sido llevada a la pantalla (BBC y Netflix), bajo el título de El último reino, con una serie de cinco temporadas y película de cierre final. Pero la historia de Uhtred no ha acabado... El festín de Uhtred (2024) nos muestra el hombre tras el escudo.???

CAPÍTULO 1

Al llegar a Chelmsford, Sharpe no recordaba el camino hacia el depósito del South Essex. Tan sólo había visitado el cuartel una vez, una breve visita en 1809, y se vio obligado a preguntar a un vicario que estaba dando de beber a su caballo en un abrevadero público. El vicario miró con desconfianza el uniforme desaliñado de Sharpe, y se le ocurrió una buena explicación para el aspecto del soldado vagabundo:

–¿Viene de España?

–Sí, señor.

–¡Bien hecho! ¡Bien hecho! ¡Estupendo! –exclamó el vicario, y señaló en dirección al este, indicando a los soldados hacia el campo abierto–. ¡Y Dios los bendiga!

Los cuatro hombres se dirigieron hacia el este. A Sharpe y a Harper los miraban mal, tal como había sucedido en Londres; parecía que hubieran llegado directamente de un campo de batalla de España y todavía esperaran, incluso en las calles tranquilas de la ciudad de este condado, encontrarse con una patrulla francesa. El capitán D’Alembord iba vestido con más elegancia que Sharpe o Harper, aunque su uniforme, como el del teniente Price, delataba los estragos de la batalla.

–Tendría que proporcionarme un éxito increíble con las damas –dijo D’Alembord, tocándose un rasgón en su casaca escarlata que le había hecho una bayoneta francesa en Vitoria.

–A propósito –intervino el teniente Harry Price, que había desenvainado la espada al salir del pueblo e iba dando sablazos a la hierba que cubría el camino–, ¿nos va a dar algún permiso, señor?

–Usted no quiere un permiso, Harry. Se metería en problemas.

–¡Todas esas chicas de Londres! –exclamó Price con tristeza–. ¡La mayoría no conoce a un héroe como yo! Regresa de la guerra y... ¿A qué le está usted sonriendo, sargento?

Harper lucía una amplia sonrisa.

–Lo estoy pasando estupendamente, señor.

Sharpe se echó a reír. Empezaba a creer que ese viaje era totalmente innecesario. Estaba convencido de que la carta de lord Fenner era un error; seguro que habría reemplazos esperando en Chelmsford.

En Londres, Sharpe visitó a la Guardia Real haciendo constar su presencia a las autoridades, y el secretario que había en el polvoriento despacho le confirmó que el segundo batallón estaba en Chelmsford. El hombre no pudo darle una explicación de por qué ahora era llamado batallón de reserva y, hastiado, le había sugerido que tal vez era una conveniencia de tipo administrativo. Lo único que le podía confirmar era que se destinaban raciones y pagas para setecientos hombres.

¡Setecientos hombres! Semejante número le había dado esperanzas. Ahora estaba seguro de que el segundo batallón estaba salvado, de que en el espacio de unas semanas, incluso días, él conduciría a los reemplazos hacia el sur, hasta Pasajes. Caminaba hacia el cuartel con grandes esperanzas. Su optimismo crecía con el esplendor de aquella campiña en verano.

Parecía un sueño. Sharpe sabía que Inglaterra estaba tan llena de mendigos, barrios bajos y horrores como cualquier ciudad de España; sin embargo, después de las llanuras de León o las montañas de Galicia, ese paisaje parecía como un anticipo del cielo.

Atravesaban una Inglaterra repleta de comida y de suave vegetación; un país de estanques, ríos, riachuelos y lagos. Un país de mujeres de mejillas rosadas y hombres gruesos, de niños que no se mostraban cautelosos con los soldados o los extraños. Resultaba anormal ver gallinas picoteando en los bordes del camino tranquilamente, sin que los soldados les retorcieran el pescuezo; ver vacas y ovejas que no corrieran peligro por parte de los oficiales de intendencia; graneros sin vigilancia, y las puertas y ventanas de las humildes casitas sin estar destrozadas para alimentar las hogueras, ni marcadas con los jeroglíficos hechos con tiza de los sargentos de alojamiento. Sharpe se dio cuenta de que consideraba cada colina, cada bosque, cada curva del camino como un lugar para combatir. Aquel seto, con el sendero hundido detrás, sería un lugar peligroso para la caballería, mientras que un prado abierto que se elevaba hacia una granja sobre una suave co