NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN (2005, Editorial Castalia)
Treinta años después vuelve a editarse, por Castalia, este libro. Nos ha parecido conveniente, a la editorial y a mí, no alterar aquella edición de 1974 y, por ello, dejar el «estudio preliminar», la «bibliografía» que le acompañaba, las «notas sobre la presente edición», que le seguían, así como las notas a pie de página, tal como entonces se redactaron y publicaron. Y ello por varias razones: en cuanto a las notas a pie de página y a las «notas sobre (aquella) edición», porque son inseparables de la publicación deLa velada en Benicarló por Castalia, que además le prestan un especial valor; por lo que se refiere al «estudio preliminar», porque poco podría ahora modificar, ya que sigo estando de acuerdo con lo que entonces escribí, pese a que en estos treinta años transcurridos se han publicado, aparte de otros trabajos míos, importantes contribuciones sobre Azaña, entre las que cabe señalar la de Santos Julia, pero que no obligan, creo, a rectificar lo que allí se decía; y, en fin, la «bibliografía» con que se cerraba el propio «estudio» tenía un sentido en cierto modo histórico, por fijar la imagen de Azaña en 1974, muy revelador de lo que significó la edición en aquel momento, y que se perdería si se incluyese ahora todo lo publicado sobre Azaña posteriormente. Por tales razones hemos repetido, íntegramente, aquella primera edición que constituyó, me parece, un relevante acontecimiento político-intelectual. En la España de los años finales de la dictadura publicarLa velada después de superar muchas dificultades que no viene ahora al caso recordar, pero que cualquiera puede comprender, supuso, de un lado, reivindicar la importancia política e intelectual de la figura de Azaña, tan vilipendiado por el franquismo y, al mismo tiempo, tan desconocido por las jóvenes generaciones de españoles, de otro ayudar a la recuperación de una tradición liberal-democrática afectada por las mismas circunstancias y, finalmente, promover la difusión de un análisis, como el contenido deLa velada, sobre los problemas de la República y muy en particular sobre la guerra civil, realizado con una hondura y ausencia de sectarismo admirables, por quien fue, precisamente, el presidente de aquella misma República asediada por la guerra(La velada se escribió en 1937) y al final vencida.
En 1974, cuando desde los sectores más vivos de la sociedad española se anhelaba el cambio político hacia la democracia, la recuperación del pensamiento de Azaña adquiría una especial significación. Por ello la publicación deLa velada en otoño de aquel año fue, sin duda, un hecho que se inscribió de manera destacable en los esfuerzos de entonces de rechazo del franquismo y búsqueda de la libertad.
Al recordar ahora aquella edición no pueden silenciarse dos nombres decisivos que la hicieron posible: José Luis Abellán, director de la Biblioteca de Pensamiento, de Castalia, que la promovió, y Amparo Soler, sostén y alma de Castalia, que con todo entusiasmo la apoyó. Tampoco debo ocultar la ayuda que me prestaron, en mis tareas de editor e introductor, Dolores de Rivas Cherif, viuda de Azaña, y Enrique de Rivas, su sobrino. Gracias, pues, a todos ellos pudo, por fin, publicarse por primera vez en España, a los treinta y seis años de haber visto la luz en Francia (edición realizada en 1938, a la que siguieron la argentina de 1939 y las italiana y mexicana de 1967) una de las obras señeras de Manuel Azaña, corregida de erratas que arrastraban anteriores ediciones extranjeras y, por ello, con el texto auténtico que había decidido su autor.
El impacto que en España causó esta publicación deLa velada se acrecentaría años después con la puesta en escena de la excelente versión teatral que de ella hizo José Luis Gómez, en la que tuve la oportunidad de colaborar, y que alcanzó un éxito notable.La velada obtuvo, así, el reconocimiento que en España se merecía como documento político y como reflexión intelectual.
Una vez apuntado, pues otra cosa no se puede en lo que quiere ser una breve nota, el significado que tuvo en 1974 aquella primera edición, cabría preguntarse qué sentido tiene ahora la segunda, treinta años después, cuando tantas cosas