: Sarah Jaffe
: Trabajar: un amor no correspondido
: CAPITÁN SWING LIBROS
: 9788412875799
: Ensayo
: 1
: CHF 11.60
:
: Wirtschaft
: Spanish
: 512
: Wasserzeichen
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Un examen exhaustivo de por qué «hacer lo que te gusta» es una receta para la explotación, que crea una nueva tiranía del trabajo en la que aceptamos alegremente realizar tareas que se apoderan de nuestras vidas. Te dicen que «si haces lo que te gusta, no trabajarás ni un día de tu vida». Ya sea trabajando por «exposición» y «experiencia», o soportando malos tratos en nombre de «formar parte de la familia», todos los empleados nos vemos empujados a hacer sacrificios por el privilegio de poder hacer lo que amamos. Jaffe, una voz preeminente en materia de trabajo, desigualdad y movimientos sociales, examina este mito del «trabajo por amor»: la idea de que ciertos trabajos no son realmente trabajo y, por tanto, deben realizarse por pasión en lugar de por remuneración. A través de las experiencias de empleados de diversos sectores -desde el becario no remunerado hasta el profesor agobiado, pasando por el trabajador sin ánimo de lucro e incluso el atleta profesional- Jaffe revela cómo nos han engañado a todos para que nos creamos una nueva tiranía del trabajo. Comprender la trampa del trabajo por amor nos capacitará para trabajar menos y exigir lo que vale nuestro desempeño.

Denton (EE.UU), 1986. Escritora y reportera estadounidense que vive en Nueva Orleans cuando no viaja. Es autora de los libros Trabajar: un amor no correspondido y Necessary Trouble: Americans in Revolt, que Robin D. G. Kelley calificó como «el retrato social y político más convincente de nuestra era». Jaffe también ha escrito From the Ashes: Grief and Revolution in a World on Fire. Su trabajo periodístico abarca la política del poder desde el lugar de trabajo hasta las calles, y sus escritos se han publicado en The New York Times, The Nation, The Washington Post, The Guardian, The New Republic, New York Review of Books y muchos otros medios. Es columnista de The Progressive y anteriormente fue redactora en In These Times y editora de temas laborales en AlterNet. Jaffe es becaria del Type Media Center, y también es copresentadora, con Michelle Chen, del pódcast Belabored de la revista Dissent, que cubre el movimiento obrero actual, y de Heart Reacts, con Craig Gent, un popular pódcast de consejos para el colapso del capitalismo tardío. Por otra parte, Jaffe ha sido camarera, mecánica de bicicletas y consultora de redes sociales, ha limpiado basura, ha servido helados y ha explicado el comunismo soviético a alumnos de secundaria. Sin embargo, piensa que el periodismo es más rentable que algunas de estas cosas.

 

 

 

 

 

 

 

«Ya nadie quiere

trabajar»

Es difícil señalar cuándo apareció el primer indicio, pero en la primavera de 2021 estaban por todas partes. Las redes sociales se llenaron de fotografías en las que aparecían anuncios hechos a mano, es de suponer que por los propios gerentes, pegados a los menús de los autoservicios y en las puertas de los restaurantes. A menudo con faltas de ortografía, pero no era esto lo que los hacía repulsivos, si bien la mala redacción favorecía ese aire de vulgar esnobismo de clase que desprendían. Todos parecían repetirlo mismo de distintas maneras: las prestaciones por desempleo erantan elevadas que los desagradecidos trabajadores del sectorservicios no estaban dispuestos a regresar a sus puestos de trabajo.

Por supuesto, eran los mismos trabajadores que habían sido despedidos al principio de la pandemia de covid-19, a los que se había enviado a casa a cobrar el paro para que los jefes pudieran reducir costes. Precious Cole, una empleada de McDonalds en la ciudad de Durham (Carolina del Norte), se desentendía de la idea de que la ampliación de las prestaciones por desempleo constituyera un problema: «¿Quién querría regresar a un trabajo donde no recibe un trato justo, donde cobra un salario mísero y donde no están dispuestos a oír lo que esa persona tiene que decir?». Ella, como muchos otros trabajadores a los que se consideró «esenciales» mientras sus gerentes se replegaban tras las puertas de sus despachos, no había faltado ni un solo día al trabajo, no había dejado de servir comida. Porque fueron ellos los que sacaron el negocio adelante y cuya valentía fue brevemente ensalzada durante los primeros días terroríficos de la pandemia. Eran ellos los que habían estado expuestos al riesgo (Cole tuvo que guardar cuarentena después de que uno de sus compañeros diese positivo; aun así, no le ofrecieron ningún subsidio por enfermedad; además, vivía con su madre, a quien mantenía porque su estado de salud precario le impedía trabajar). Cole y sus compañeros abandonaron sus puestos de trabajo en señal de protesta, obligando al restaurante a cerrar sus puertas ese día en concreto. Hicieron falta dos huelgas, pero finalmente consiguieron diez días de baja remunerada por enfermedad.

Para Cole era evidente que las personas como ella habían ofrecido mucho más a su trabajo de lo que sus trabajos les reportaban a ellos. «Somos los que estamos en primera línea tomando las decisiones para tu empresa, los que preparamos la comida, los que tratamos con tus clientes maleducados y groseros sin perder la sonrisa. Somos los que cada día volvemos agotados a casa porque nos hemos deslomado a cambio del salario mínimo, o puede que algo más. No deja de ser insuficiente para vivir, para alimentar a nuestros hijos, apenas nos permite llenar el depósito de gasolina para ir y volver del trabajo».

Personas como Precious Cole, que preparaba comida para que la disfrutaran desconocidos, eran quienes más probabilidades tenían de morir de covid-19. Aunque la pandemia cambió las condiciones laborales de casi todo el mundo, algunos podían trabajar con seguridad desde casa. Cole y sus compañeros, mientras tanto, no tenían esta opción, y era precisamente su trabajo lo que permitía que otros se atrincherasen en sus casas. Trabajadores afroamericanos como Cole, junto con otras personas racializadas, tenían más probabilidades de enfermar que los empleados blancos que desempeñasen el mismo puesto.[1]

Cuando la primera edición de este libro fue a imprenta, nos encontrábamos en lo que aún no sabíamos que era el inicio de una pandemia que año y medio después continuaría en activo (que es cuando esta segunda edición fue a imprenta). En todas partes, los Gobiernos actuaron con una rapidez sin precedentes ampliando las prestaciones por desempleo, subvencionando a las empresas e incluso enviando cheques de ayuda a todos los ciudadanos. Los empresarios pagaban dos dólares adicionales a la hora en concepto de «peligrosidad» o, expresado de una manera más rimbombante, para compensar la «heroicidad» de aquellos que, como Cole, seguían acudiendo al trabajo. Sin embargo, a medida que pasaban los meses y la pandemia se iba alargando, esta paga extra empezó a desaparecer, y los trabajadores que antes habían sido alabados como héroes fueron exhortados a volver al lugar de trabajo. Los gobernadores a lo largo y ancho de Estados Unidos comenzaron a recortar los subsidios de desempleo, hasta el extremo de negarse a aprovechar la financiación federal ampliada im