PRESENTACIÓN
PRESENTACIÓN
El análisis de las pasiones, de la vida emocional del hombre, constituye la tarea primordial de la ética cartesiana. Los afectos se evalúan como fenómenos naturales y como la materia sobre la que el sujeto debe modelar progresivamente y con cuidado su vida moral. Las pasiones se convertirán en los albores de la modernidad filosófica en el principal objeto de la reflexión moral, rehabilitándose como potencias naturales, humanas y dignas. De su uso dependerá la excelencia del nuevo sujeto pensante, cuya inmensa potencialidad se descubre en este mismo momento. En dicho contexto se debe enmarcar cualquier investigación que pretenda abordar alguno de los aspectos relativos a la ética de los autores delXVII y, por supuesto, del padre de la filosofía moderna.
La moral cartesiana tiene sus bases en una metafísica previa donde el yo se ha instaurado como la evidencia fundamental y como el cimiento sobre el que se asienta todo conocimiento. Pero este fortalecimiento del sujeto pensante que culmina con el ideal cartesiano del hombre generoso –correlato práctico delcogito ergo sum– es el resultado de un camino de reflexión que se inicia en los prolegómenos de la modernidad y que ha sido trazado por un numeroso grupo de pensadores que, desde diferentes posiciones intelectuales, han encontrado en la interioridad y en su dimensión emocional el caldo de cultivo en el que puede brotar la paz interior, la felicidad, la autosatisfacción de un hombre naciente y, en definitiva, la tranquilidad necesaria para una existencia satisfecha. Este hombre nuevo vive en un mundo en transformación, caracterizado por el cambio de paradigma en el modo de interpretar la realidad y las relaciones humanas y que afecta no sólo al progreso del conocimiento, sino al equilibrio social, alterado por los constantes conflictos políticos y religiosos. La interioridad se descubre como un mundo desconocido a la vez que dotado de un potencial indefinido como fuente de felicidad y de virtud. Es, en definitiva, un refugio y una motivación, un ámbito de trabajo para el hombre sabio, un terreno virgen e inexplorado que se abre como un horizonte nuevo en la búsqueda de la perfección. Lo pasional emerge en nuestra modernidad como materia prima para la construcción de un ideal de vida que se ajuste a los nuevos tiempos. El árbol cartesiano de las ciencias, especialmente una moral basada en el moldeamiento progresivo de las pasiones, como conquista del sujeto pensante, brota de la semilla que estos autores e intelectuales han plantado.
Pero esta tarea moral volcada en la interioridad y en el mundo emocional se va a realizar a costa del papel protagonista que en la tradición cristiana ha adquirido el otro y la acción benéfica. La búsqueda de una heroicidad interior, de una felicidad en forma de autosatisfacción ante la conciencia de haber adquirido un dominio sobre lo emocional que nos hace independientes de las circunstancias externas, desplaza a un segundo plano al otro como objetivo último de la vida moral. Surge así una urgencia filosófica de primer orden: recomponer, rehacer, reinterpretar conceptos irrenunciables para una cultura que se ha asentado sobre ellos. Amor, amistad, piedad o compasión, han de ser vistos desde esta nueva perspectiva en la que el sujeto se ha situado en primer plano desenfocando el papel protagonista de la alteridad. Descartes ejecutará en suTraité des passions y en su correspondencia moral esta dificilísima tarea. Ahora bien, en los predecesores modernos que estudiamos –gran parte de ellos clérigos interesados en realizar una reflexión orientada a la labor pastoral– encontraremos marcada la senda que nos lleva a poder encajar estos conceptos morales tradicionales que, por definición, hacen referencia al otro como objetivo de la acción moral, con lacura sui, con la formación de un sujeto fuerte que no desdeña las pasiones, sino que las trabaja y las cultiva como tarea que ocupa la totalidad de su energía moral.
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