MARÍA ZAMBRANO: filósofa española
María Zambrano pertenece al selecto grupo de españoles que hicieron filosofía a lo largo del siglo XX. De ella podemos decir que es la más notable de las filósofas españolas del siglo XX. Reconocida tardíamente como tal, actualmente se prodigan la edición de sus Obras Completas, de sus escritos y de los estudios sobre su pensamiento. El libro que el lector tiene en sus manos permite adentrase en parte de la obra de Zambrano con quien Antonio Sánchez Orantos dialoga y piensa críticamente, después de años de investigación. Además, es un diálogo crítico con la filosofía española contemporánea y con los principales maestros de Zambrano: Unamuno, Ortega y Zubiri, especialmente con los dos primeros. Como es sabido, en diálogo con la filosofía poética de Unamuno y la razón vital de Ortega, Zambrano encontró su propio centro: la razón poética, un lugar privilegiado desde el que miró creadoramente todo lo que la rodeó. Las posibilidades que abre su filosofía poética, su razón poética, una “razón de amor”1, brillan con luz propia.
María Zambrano supo comprender como pocos la figura de Miguel de Unamuno y lo que llamó su “religión poética”, sabiendo que para poder comprenderle era preciso adentrarse en la religión que se fue haciendo y que abrazó toda su existencia. Comprendió la importancia de su crisis singular del año 1897, y creyó que aunque Unamuno respiraba el ambiente del positivismo y del escepticismo, nunca estuvo sumergido en esas corrientes. Sin embargo, la edición de la correspondencia de Unamuno y de sus primeros escritos ha desmentido esta tesis. Con todo, Zambrano supo ver muy bien la unidad que se encerraba en la pluralidad de géneros literarios cultivados por Unamuno, e intuyó la expresión de una “incontenible, poética, religiosa piedad”2 que le convirtió en autor. A diferencia de gran parte de los contemporáneos de Unamuno, Zambrano reivindicóDel sentimiento trágico de la vida como un libro de filosofía, pues también su propia filosofía partió del “hombre de carne y hueso”, y se distanció de un análisis puramente racional que olvidaba el vivir personal y concreto. Al tiempo, Zambrano supo descubrir la argumentación que se desplegaba a lo largoDel sentimiento trágico de la vida y que resumía un “pensar largo y sentido”. Poéticamente, Miguel de Unamuno al no resignarse a no existir, se resistía a que Dios no existiera y en ello consistía su trágica lucha. Zambrano supo explicar que en ese preciso trágico momento de la desesperación nacía la esperanza, trazando un extraño movimiento en espiral y encontrando en la tiniebla la fuente de la sed de vivir y la pasión de existir3. Solo el amor, dirá Zambrano, podrá trascender esa avidez de ser.
De José Ortega y Gasset, reconocido como su principal maestro, Zambrano hablaba como quien habla de su propia vida, y recuerda añorante su propia juventud. Representaba para ella “el filósofo español”, en unos