Introducción
Mira profundamente en la naturaleza y entonces lo comprenderás todo mejor.
ALBERT EINSTEIN
¿Qué pasaría si durante el resto de tu vida tu cuerpo pudiera aparentar diez o quince años menos de los que dice tu partida de nacimiento? ¿Qué pasaría si pudieras modificar tus genes de forma segura para evitar contraer el alzhéimer o esa enfermedad cardiaca que es hereditaria en tu familia? ¿Qué pasaría si estuvieras seguro de que nunca vas a desarrollar un cáncer o alguna enfermedad rara y desagradable que no tenga un tratamiento efectivo? ¿Qué pasaría si supieras exactamente qué dieta y ejercicios debes realizar para mantenerte esbelto y en forma? ¿Qué pasaría si pudieras evitar sentirte deprimido, dolorido, confuso y «viejo»?
Qué pasaría si…
Qué pasaría si…
Qué pasaría si…
Este libro nació de un sentimiento de frustración. Leo a diario revistas científicas y médicas para estar al día de los últimos avances e innovaciones, pero siempre me decepciona bastante ver los progresos de la medicina. Estamos dando grandes pasos, de eso no cabe la menor duda. Veo que a enfermedades que antes eran mortales ahora se les puede aplicar tratamientos de larga duración. Y, sin embargo, cuando me entero de que otra especie se ha adaptado mucho mejor que nosotros al mismo entorno —como un elefante que conseguirá evitar el cáncer a pesar de su tamaño, una jirafa que nunca tendrá problemas cardiovasculares a pesar de tener la tensión alta o una hormiga reina que vivirá un ochenta por ciento más de tiempo que sus congéneres genéticamente similares— empiezo a preguntarme qué podemos aprender de esos cambios y cómo podemos aplicarlos en nuestra propia vida para ser más longevos, más sanos y más felices. ¿Cómo podemos optimizar nuestro sistema?
En breve lo descubrirás.
El oncólogo que abrió los ojos
Soy médico especializado en cáncer. Suele ser lo primero que digo cuando me preguntan a qué me dedico. Me he dado cuenta de que mi trabajo ha influido mucho en mi personalidad: siempre estoy buscando, indagando, cuestionando y, a menudo, me desmoralizo cuando no logro sanar a un paciente. Me enfrento a una enfermedad astuta. Durante los últimos treinta años, el cáncer ha sido para mí el enemigo público número uno, y sin embargo es un adversario del que debo confesar que he aprendido mucho. El cáncer me sorprende cada día en todas sus formas y me enseña cosas nuevas sobre sus hábitos y su comportamiento. Observo con mis propios ojos cómo evoluciona: el mismo proceso que experimentan todos los seres vivos, pero acelerado. Cada tratamiento provoca una reacción, un cambio en el cáncer, que muchas veces conduce a una resistencia a la terapia. Se trata de una enfermedad ingeniosa que se hace más fuerte y agresiva con cada posible remedio y contraataque. No se debilita con el tiempo, es exasperantemente resistente. Observar el cáncer es realmente como ver la evolución de la madre naturaleza a gran velocidad.
Una vez traté a un paciente que tenía recién diagnosticado un cáncer que se le había extendido por todo el pulmón, el hígado y el cerebro. Cuando secuencié y analicé el ADN de su tumor, descubrí que un gen llamado ALK se estaba desarrollando, se encontraba en un estado activo que parecía ser la fuerza motriz del crecimiento de este cáncer. Sin embargo, cuando le receté una píldora que bloqueaba