Yo creo que si fuera japonés no me gustaría la mayor parte de las cosas que los no japoneses escriben sobre Japón. En la época en que escribíLos herederos, hace ya más de veinte años, reconocí la irritación que me inspiraban los trabajos norteamericanos de etnología sobre Francia al conocer la crítica que los sociólogos japoneses, Hiroshi Minami y Tetsuro Watsuji sobre todo, habían realizado contra el célebre libro de Ruth Benedict,El crisantemo y el sable. Yo no les hablaré pues de “sensibilidad japonesa”, ni de “misterio” o del “milagro” japonés. Hablaré de un país que conozco bien, no sólo porque nací en él y hablo su lengua, sino porque lo he estudiado mucho: Francia. ¿Esto quiere decir que me encerraré en la particularidad