: José de Cora
: El estornudo de la mariposa Los Garbo contra Hitler
: Edhasa
: 9788435046589
: 1
: CHF 8.90
:
: Historische Romane und Erzählungen
: Spanish
: 448
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
En 1938 Hitler es ya la mayor amenaza para la paz mundial.El régimen nazi se presenta ante todos los países como indestructible.  La Historia confirmará que no es así, en parte gracias a Juan Pujol, más conocido por su nombre en clave de Garbo. Además de convicciones, a Garbo le sobran otras virtudes, como un talento especial para el engaño, arrojo, imaginación desbordante y su encanto personal. En 1940 toma su decisión más trascendental: combatir el nazismo hasta derribarlo desde la retaguardia y las propias filas alemanas. Pero no lo hará solo. Araceli González, una hermosa joven de buena familia y de fuerte carácter, se convierte al mismo tiempo en su mujer y en su principal apoyo. Parece una empresa descabellada, increíble, fuera de toda lógica. Pero no lo fue. Gracias a Araceli, Garbo será conocido como el espía que engañó a Hitler. Con una pluma fina y un gran sentido del humor, José de Cora nos relata en esta novela la historia desconocida de estos dos españoles que, con coraje y determinación, lograron que el Día D y la invasión aliada sean recordados hoy como un triunfo de la libertad sobre la tiranía.

José De Cora, escritor y periodista, nació en Lugo en 1951. Ha desarrollado su trabajo en todos los medios de comunicación: agencias de noticias, periódicos, revistas, radio, cine y televisión. Su actividad como humorista en prensa mereció La Codorniz de Plata en el año 2000. Desde 1976 ha escrito multitud de ensayos, tanto en castellano como en gallego, principalmente históricos, como Ideologías para un rey (Aguaribay) o Manual del perfecto político (Espasa Calpe). Como cineasta, escribe los guiones, dirige y produce multitud de series y documentales. También cultiva la narrativa, con obras como, por ejemplo, Secuestro y fonda de Cela en Contamina (Tris-Tram), La verdadera historia del último inquisidor y el maravilloso Oráculo de la Vida (Edaf) o Pecados Manuais (Xerais), o su más reciente novela La Navaja Inglesa (Tropo Editores, 2014), y ahora nos sorprende con la novela El estornudo de la mariposa (2016), publicada en Edhasa.

II. PAISAJE

Lisboa, la forja de un espía

 

1939 1 de abril, sábado

Del alférez Pujol le han quedado grabados sus ojos vivarachos. Ojos con chispa, con un guiño de misterio que se clavaron desde el primer momento en los suyos y poco hizo por apartarlos. Y eso que iba con la chiquilla Baldasano; qué descaro y qué vergüenza. Descaro el suyo, vergüenza la mía. Pero peor fue la salida. Naturalmente, yo me quedo en el Condestable, pero él se iba, y entonces se da la vuelta, deja plantada a su acompañante, y me dice: Mañana es sábado y desearía verla, hoy apenas hemos hablado. ¿Hablado? Hablar hablan los novios, los enamorados. Mi madre siempre dice: Fulanito habla con Fulanita, y eso es como certificar que se han comprometido. ¿Y yo qué iba a contestarle? Que sí, que bueno, que a las seis salgo del banco. ¿Habrá sido mucho decir? En fin, por probar no pierdo nada y si hay que ir al cine, mejor no ir sola, que abundan los enamorados de trinchera.

En el cielo de Burgos hay pinceladas de plomo y el viento trae el primer calor de la primavera. Juan está a las puertas del banco y la saluda sin opción a las dudas.

–La habré sorprendido ayer.

–No, me ha hecho gracia –responde Araceli sin saber muy bien lo que dice.

–¿Le parezco gracioso?

–Pues la verdad sea dicha, sí. Se presenta con la sobrina del señor Fernández-Shaw y me pide a mí que hoy nos veamos. Un poco raro, ¿no?

–Clara es mi madrina de guerra. Me ha ayudado como no se puede hacer idea. Estaría dispuesto a matar un dragón por ella. Ahí se acaba todo.

–¡Un dragón! No es mal pago si tú eres la princesa.

Sin querer, cruzan la Plaza y toman Sombrerería hacia Diego Porcelos. Ni uno ni otro preguntan hacia dónde van, como si la catedral les atrajese por encima de sus voluntades, o se hubiesen dicho en algún momento que ése sería el destino de sus pasos, lo cual resulta de todo punto inexacto.

–Yo no tenía que estar en la cena de ayer.

–¡Ésa sí que es buena! ¡Ni yo tampoco! Me lo pidió el gobernador para hacer bulto.

–Y a mí Clarita, por los mismos motivos.

–Es decir, que somos dos muñecos que se ponen para que no haya sillas vacías.

–Visto desde esa frialdad, sí; pero estoy seguro de que el señor Goicoechea la aprecia más que a un fardo y no sienta en su mesa a cualquiera.

–Lo mismo puedo decir yo de su madrina. Aunque puestos a comparar, el aprecio que se adivina en la muchacha es de otra raza distinta al que pueda dispensarme a mí don Antonio, ¿me equivoco?

–No lo sé. Nuestra relación ha sido de madrina a ahijado, y viceversa. Y todo hay que decirlo, muy bonita además.

–Yo también he sido madrina de no sé cuántos. Les hacíamos paquetitos con tabaco, con bufandas, con lectura...

–Y con Franco y José Antonio.

–Sí, sí; con todos los requisitos. Con nuestra virgen de los Ojos Grandes y unos calcetines de lana que hacía mi madre, porque yo no calceto.

Y de Lugo a Barcelona; de los bailes al cine, de los pollos catalanes a las va