Capítulo 2
En marcha
El plan para llevar la guerra a Italia por los Alpes fue revolucionario. La manera de pensar convencional tanto en Cartago como en Roma habría dictado que la guerra entre las dos ciudades-estado se librara primero en España y que la campaña decisiva se desarrollara en el norte de África. Para Aníbal, la invasión directa de Italia por mar conllevaba demasiados riesgos. Las distancias eran enormes y los mares podían ser implacables para los barcos propulsados por remos. Los romanos se habían dedicado a construir una flota formidable desde el final de la Primera Guerra Púnica, y gracias a ello patrullaban activamente las aguas alrededor de Italia y Sicilia. Cartago ya no era la potencia naval que una vez fue, y si los romanos interceptaban sus barcos de transporte de carga lenta y pesada o si una tormenta los atrapaba en el mar, todo podía venirse abajo y perder la guerra antes de que tuviera lugar la primera batalla terrestre.
Se desconoce con exactitud de quién era el plan de invadir Italia a través de los Alpes, si de Amílcar, Asdrúbal o Aníbal. Las fuentes no nos lo aclaran y bien pudo haber sido una idea de Amílcar llevada a cabo por Aníbal, de la misma manera que Alejandro Magno, un siglo antes, materializara el plan de su padre Filipo de unir a los griegos e invadir Persia. Fuera quien fuese el promotor de la idea, se basó en el convencimiento de que la siguiente guerra con Roma había de ser muy diferente de la que había tenido lugar en Sicilia. Este nuevo enfrentamiento había de presentar elementos innovadores e inesperados, siendo Cartago quien llevase la iniciativa en lugar de Roma.
El plan se basaba en el hecho de que Italia, en aquellos momentos, no estaba unificada, algo que sucedería después de la última de las tres Guerras Púnicas. Italia era una tierra de ciudades-estado y tribus semiautónomas: galos en el norte, italos en el centro y griegos en el sur, todos unidos en una confederación laxa bajo una tenue hegemonía romana. Los galos en el norte eran semibárbaros, y habían constituido una molestia para los romanos desde que atacaron la ciudad en el año 390 a. C. Eran independientes, valoraban su libertad y consideraban que cualquier movimiento romano en el norte de Italia era una amenaza. En la mayor parte de los casos, los romanos habían preferido dejarlos a su aire. Los italianos, que poblaban el centro y algunas partes del sur de la península, eran en su mayoría pequeños agricultores. Sus comunidades estaban vinculadas a Roma mediante tratados que les exigían pagar impuestos y enviar a sus hijos a servir en las legiones de Roma. Se trataba de tribus indígenas: sabinos, volscos, samnitas, que habían sido subyugadas por los romanos en una serie de conflictos relativamente cortos pero feroces durante los siglosIV yIII a. C.
Los griegos se habían establecido desde el sigloVIII a.C. en el sur de Italia y en la isla de Sicilia, desarrollando un área cultural fuerte y próspera. Muchas de sus colonias rivalizaban con sus metrópolis en Grecia, tanto en desarrollo cultural como en riqueza. Los griegos habían sufrido cierto grado de control romano como resultado de una guerra librada en el sigloIII a. C. Cuando estalló la Segunda Guerra Púnica, los romanos ejercían un control considerable sobre el centro y el sur de Italia, parte de Sicilia, Cerdeña y Córcega. El norte de Italia, desde el norte y el oeste de Cremona, estaba en gran parte bajo control galo.
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Aníbal creía que la confederación italiana era intrínsecamente débil y que se disolvería si la autoridad romana sufría un fuerte desafío. Confiaba en que los italianos y los griegos, resentidos hacia los romanos por los impuestos y los hombres que debían pagarles, abandonarían la confederación y se unirían a él en lo que presentaría como una guerra de liberación. Como resultado, Roma perdería su poder sobre Italia y sus legiones estarían entretenidas sofocando las insurre