CAPÍTULO 1
El sonido de la alarma que indicaba un bombardeo hacía eco en mis pensamientos, para mí era simplemente imposible dejar de escuchar ese sonido aún en mis sueños. La vida se había convertido en una constante ansiedad y preocupación sobre cuando volvería a sonar esa alarma. Aún recuerdo muy bien como inició todo y como era mi vida antes de la Segunda Guerra Mundial, claro está que, para esa época, no se la conocía con ese nombre. Muchos años después, los historiadores apodarían a esa masacre la Segunda Guerra Mundial.
Pero en el momento en el cual me encontraba, simplemente era otra guerra más. Mi padre había luchado en la Primera Guerra Mundial y había regresado sano y salvo a los brazos de mi madre. Sin embargo, él nunca fue el mismo otra vez; mi padre volvió, pero vivía en un constante temor. Durante las noches no podía dormir, se levantaba muchas veces con miedo a que pudiese ser asesinado por alguien mientras se encontraba acampando o durmiendo en una trinchera.
Mi padre decía también que para él era imposible olvidar el miedo y la ansiedad que causaba el pensar que podrías morir en los próximos segundos y que nadie podría hacer nada para salvarte.
—Es horrible, Mario —dijo mi padre —Es una sensación de muerte inminente, como si la mismísima dama negra te estuviese respirando en la parte de atrás del cuello —dijo mi padre una tarde cuando yo tenía tan solo 8 años, él me estaba contando todo lo sucedido durante la famosa Primera Guerra Mundial, la cual duro desde 1914 hasta 1918.
En aquella época en la cual mi padre luchó, yo ni siquiera había nacido, ni siquiera mis padres se lo planteaban. Yo nací en el año 1925, 7 años después de esa temible guerra, mi padre constantemente me recordaba a mí y a mis hermanos como fue esa guerra, para mi padre simplemente fue imposible sacarse el clamor de los disparos y de las bombas de sus pensamientos. Recuerdo lo que me dijo cuando tenía 8 años. Nunca se me olvidará esa conversación con mi padre.
—El miedo avasallante, la sensación de muerte inminente, el olor a sangre y a gangrena impregnando el aire mientras que la pólvora te hacía cosquillas en la nariz y los ojos —dijo mi padre —Las manos entumecidas del frío portando los rifles, mientras el metal de esos rifles parecía haber sido besado por la muerte, de lo fríos que estaban. No había nada más frío que ese metal, excepto el cuerpo sin vida de algún soldado que acababa de fallecer.
—No deberías contarles esas histor