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Es viernes, 3 de octubre. Un informe revela que el semen del sesenta por ciento de los españoles es de baja calidad. Unos científicos, también españoles y ubicados por fuerza en ese sesenta por ciento o en el cuarenta restante, al menos los varones, han diseñado un chip para estudiar el viento en Marte. Estamos en 2008, y ayer han encontrado otros nueve cadáveres con el tiro de gracia en Tijuana, mientras el jefe de la Policía de Coslada afirma rotundo que nunca ha grabado a ningún político con prostitutas. Pero no debemos inquietarnos, el periódico también anuncia optimista que el día será soleado en Madrid, y ese cielo sin nubes y la luz que despide han sido siempre la mejor tarjeta de presentación de la capital de España.
Pese a los buenos presagios meteorológicos, Javier Montero ha tenido un día de perros. El BCE abre la puerta a una bajada de tipos, pero no tranquiliza a los mercados. Ese era otro titular,el titular, porque Montero trabaja en los mercados, vive de ellos, no solo peligra su bonus anual, también su empleo. Javier Montero tiene cincuenta años, dos hijos adolescentes, una mujer granadina. Estudió Filología Griega, terminó un máster, abandonó las lenguas muertas, abrazó la bolsa, las finanzas y el estrés, cambió sin darse cuentaEl País porEl Mundo, sigue siendo hincha del Real Madrid. Ya casi no tiene pelo.
La palabra «crisis» se ha instalado invasora en las conversaciones de los madrileños con la fuerza y la velocidad de un virus informático, pero antes de que todo el mundo la usara y repitiera entre sorprendido y aterrado ya era una definición precisa del momento vital de Javier Montero, cansado de sí mismo y de su trabajo aun cuando este no se había convertido en una locura, preocupado por sus hijos, distanciado de su mujer. Y la jornada laboral no solo ha terminado de forma desastrosa para Montero, también lo ha hecho tarde, va a ir directamente a la cena, restaurante de moda, comida asiática de fusión, pareja de matrimonios de vida acomodada. Pero el día no ha pasado en balde, ha dejado su rastro para que nadie se olvide de él, las bolsas han bajado otra vez o, por no abandonar los titulares que lo serán ya esta vez de mañana, el pánico se ha apoderado del parqué, es posible que hayan aparecido en Tijuana más cadáveres con el tiro sin gracia, quizás ha aumentado aunque sea de forma todavía imperceptible el porcentaje de españoles que atesora sin saberlo en sus entrañas semen de mala calidad, como si guardaran en su nevera inconscientes un yogur caducado.
Juan y Julián Montero tienen diecisiete y quince años, el primero termina el colegio este año, es alto, moreno y cejijunto, el segundo atesora los ojos verdes de su madre y despide la mirada atónita de quien no ha perdido aún la capacidad de asombro. Es muy probable que Juan repita curso, lo intuye él perspicaz y también sus padres, pese a que este curso acaba de empezar, sin embargo, todos esperan sin excepción que Julián saque buenas notas, es mucho mejor estudiante, más sereno, tan solo un par de centímetros más bajo.
Al no pasar por casa, Javier Montero no ha visto a sus hijos llegar a esa misma casa, tirar aliviados la mochila al rincón, concederse como terapia de choque una buena dosis de pantalla y u