: H. G. Wells
: La máquina del tiempo
: Sportula Ediciones
: 9788418878718
: 1
: CHF 4.00
:
: Science Fiction
: Spanish
: 254
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
MUCHO MÁS QUE VIAJES EN EL TIEMPO La novela de Wells está entre las primeras historias de viajes en el tiempo que utilizan un dispositivo tecnológico y no mágico, cambiando así el paradigma de la fantasía por el  de  la ciencia ficción. Como novela de anticipación está entre las mejores, y contiene una especulación arriesgada y sumamente aguda no sólo en lo científico, sino especialmente en lo social y lo político; dibuja un futuro distópico y terrible que sigue siendo, más de cien años después de su publicación, uno de los momentos más brillantes y estremecedores de la ciencia ficción de todos los tiempos. * * * La edición se completa con: El capítulo perdido: Un fragmento que Wells descartó cuando, tras la publicación por entregas, recogió su novela en libro. Los Cronoargonautas: El relato, escrito siete años antes que la novela, que sirvió de inspiración a La máquina del tiempo. Modernidad, ironía y el fin del mundo: Rodolfo Martínez explora algunas de las principales características de la novela.

Kent, 1866 Uno de los grandes precursores de la ciencia ficción, Wells anticipó varios temas que pronto serían clásicos del género, como la invasión alienígena, los viajes en el tiempo o la experimentación genética. En su obra siempre hay un claro componente de especulación social y política que hace que se siga manteniendo fresca hoy en día. Su obra es prolífica, con más de cien libros y multitud de cuentos, y en ella podemos encontrar tanto obras de ciencia ficción, como La guerra de los mundos (1898) o La máquina del tiempo (1895), como obras de corte social o centradas en el estudio de la historia. De fuertes convicciones políticas, H.G. Wells defendió la posibilidad de una sociedad utópica, y criticó duramente a políticos y mandatarios, sobre todo en relación a los conflictos armados y las guerras mundiales. Murió en Londres el 13 de Agosto de 1946.

 

 

I

 

 

El Crononauta, que así lo llamaré a partir de ahora, nos exponía una cuestión bastante complicada. Sus ojos grises brillaban y su rostro habitualmente pálido estaba arrebolado y lleno de vida. El fuego crepitaba en la chimenea y el suave resplandor de la luz eléctrica que emanaba de los lirios de plata se reflejaba a veces en las burbujas de nuestros vasos. El ambiente de la sobremesa no podía ser más agradable: recostados en nuestros cómodos asientos, creación del Crononauta, nos sentíamos completamente relajados y libres de preocupaciones. Él nos exponía el asunto de forma vehemente, señalando aquí y allá con el dedo, mientras nos dejábamos llevar perezosamente por lo agudo y fecundo de su pensamiento, siempre en busca de nuevas paradojas.

—Tenéis que prestarme atención, pues voy a cuestionar algunas ideas aceptadas por todos. Por mencionar una, digamos que la geometría que nos enseñaron se basa en una concepción errónea.

—¿No te parece que empiezas por el tejado? —dijo Filby, pelirrojo y discutidor.

—No pretendo que aceptéis lo que digo sin cuestionar nada. Pero creo que tras oír mis argumentos coincidiréis conmigo. Desde luego, sabéis que el concepto matemático de recta como línea carente de grosor no existe realmente. Así os lo enseñaron, ¿no? Igual sucede con el plano. No son más que abstracciones.

—En efecto —dijo el Psicólogo.

—Por tanto, un cubo, al tener tan solo profundidad, altura y grosor, tampoco tiene existencia real.

—Un momento —dijo Filby—, no estoy de acuerdo. Por supuesto que un cuerpo sólido existe. Es tan real como…

—Eso es lo que cree la mayoría. Pero pensadlo un momento. ¿Puede existir un cubo instantáneo?

—Creo que no te sigo —dijo Filby.

—¿Puede ser real un cubo que no prolonga su existencia en instante alguno del tiempo?

Filby se quedó pensativo y el Crononauta siguió hablando:

—Es evidente que cualquier cuerpo real debe existir en cuatro direcciones. Debe tener largo, alto, profundidad… y duración. Pero a causa de un fallo de nuestra percepción tendemos a olvidar esto último. En realidad hay cuatro dimensiones; tres a las que llamamos espacio y una cuarta que sería el tiempo. Sin embargo, existe una tendencia a trazar una división artificial entre las tres primeras y la última por culpa de que nuestra consciencia se mueve siempre en la misma dirección a través de esta: desde el inicio de nuestras vidas hacia su final.

—Parece bastante… Bastante claro.

Quien así hablaba era un joven que intentaba encender de nuevo su puro de un modo algo espasmódico.

—Y sin embargo lo que acabo de decir no lo sabe casi nadie —añadió el Crononauta de un modo repentinamente jovial—. La famosa Cuarta Dimensión no es sino lo que acabo de explicar, por más que muchos hablen de ella sin saber realmente a qué se refieren. No es más que otro modo de encarar la idea del tiempo. No hay diferencia alguna entre ella y las tres dimensiones del espacio, salvo por el hecho de que nuestra consciencia se mueve a través del tiempo. Sin embargo, algunos idiotas tienen una idea totalmente equivocada. Supongo que todos sabéis lo que se dice acerca de esta Cuarta Dimensión.

—No, yo no —dijo el Vicealcalde.

—Es muy sencillo. Nuestros matemáticos han definido un espacio de tres dimensiones, a las que podemos llamar largo, alto y profundidad, que puede siempre ser definido mediante tres plan