Prólogo
Cuando Susana y Anna me pidieron que prologara su libro, me sentí ilusionada y honrada por el encargo. Durante el periodo de tiempo que ha transcurrido entre leer su obra y escribir estas palabras, se ha desarrollado un proceso interno en el que emociones y reflexiones han ido macerándose en un ritmo espontáneo y calmo, con la consecuente y elogiable paciencia de las autoras, que ha permitido que ese caos se fuera aposentando y poco a poco comenzara a vislumbrar un rumbo, un hilo argumental. Así, han podido destilarse en mí las distintas necesidades que guían esta introducción. Porque si bien es cierto que invocar a las musas de la inspiración suele venir acompañado de sentimientos de alegría y agradecimiento, en esta ocasión, para mi sorpresa inicial, también ha supuesto un proceso de toma de decisiones no exento de quebraderos de cabeza. Habitualmente se entiende como quebradero de cabeza algo que inquieta y preocupa el ánimo, sin embargo, también tiene una acepción coloquial en la que se entiende que quebradero es un objeto de cuidado amoroso y, para mí, tiene todo el sentido en lo que ha supuesto la gestación de este prólogo. Mis quebraderos han sido más de corazón, e incluso de entrañas, que, de cabeza, pues con lo que he contactado principalmente es con la necesidad de cuidar a distintos depositarios de mi cariño, admiración y agradecimiento. Aunque en un primer momento podría parecer sencillo, no ha resultado ser así. Porque me voy dando cuenta de que los depositarios de mi afecto y agradecimiento son muchos y variopintos, y que necesitaba dar cabida al cariño y a la lealtad que todos ellos me provocan.
Depositarias de mi afecto y agradecimiento son Susana y Anna, con las que comparto una peculiar relación entre fraterna y amistosa, que disfruto con algunos pocos colegas de profesión. El encuentro, por supuesto, fue propiciado por los muñecos en tanto que yo ofrecía cursos sobre su manejo y ellas, en distintos momentos, lugares y compañías acudieron a la llamada de la aventura. Susana es a quien confío los niños más necesitados de un espacio comprensivo que acoja sus recursos de imaginación y creatividad, mientras desarrollan habilidades de ajuste con la realidad cotidiana. Susana es a quien confío los padres que necesitan aprender a posicionarse como referentes seguros y modelos felices para sus hijos. Susana es quien sigue sorprendiéndome con su capacidad de bromear en serio, de explorar sin prejuicio los mundos lúdicos que encuentra a su paso, de aprender tanto de los aciertos felices como de los aciertos desafortunados, de combinar magistralmente su glamour campechano con su perspicacia traviesa. En fin, Susana sabe que soy su fan, una de sus muchos fans que deseamos, esperamos y reclamamos que escriba un libro completo sobre el arte de ver, escuchar y relacionarse con los niños como personas completas en un mundo que las considera proyectos o bocetos de un prototipo adulto (que si nos remitimos a las pruebas es bastante cuestionable, por cierto). Gracias por estos capítulos, maravilloso aperitivo de ese futuro libro imprescindible que considero el necesario legado de tu vasta experiencia acompañando infancias y familias en la cuerda floja de la vida.
Por su parte, con Anna he vivido experiencias entrañables y a veces ligeramente excéntricas, a lo largo de una historia conjunta y paralela de aprendizaje y desarrollo, tanto en lo profesional como en lo personal. Ella me llamaba «hermana» lo que, por supuesto, me provocaba risa fraterna, y sus iniciativas laborales, ofrendas al mundo y éxitos propios siempre han alegrado mi corazón. Especialmente agradecida estoy por encarar este manual que tantas personas me han pedido y que yo nunca podría escribir. Me parece una mujer de coraje y empeño admirables, con el entusiasmo y el tesón necesarios no solo para plantearse esta tarea sino para sacarla adelante con amor y respeto. Que Anna haya sido, entre las personas que aprendieron conmigo, una de las que tomaron el relevo de la formación de muñecos, en colaboración con Susana me regaló tranquilidad y satisfacción, así como descanso y confianza. Gracias, Anna, y gracias, Susana, por ser quienes sois y como sois, por compartir tanto de vosotras mismas, por haber mantenido y cuidado esa larga y fructífera amistad con los muñecos que suelo desear en mis dedicatorias.
Aunque quizá suene un poco extraño, también sois depositarios de mi afecto y agradecimiento los lectores de este libro y los lectores de mi libro (algunos de los cuales coincidiréis y otros no), en tanto que son ellos, y eres tú, la razón úl