: David James Poissant
: Vida de lago
: Edhasa
: 9788435048248
: 1
: CHF 8.90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 372
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Es el último verano en la casa junto al lago, donde la familia Sterling se reunía durante las vacaciones. Richard y Lisa, para asombro de sus hijos, Michael y Thad, han decidido venderla. Van a jubilarse y mudarse a Florida. Es el primer indicio extraño; ellos, que fueron hippies y ahora son profesores en la prestigiosa Universidad de Cornell, planean un retiro anodino y convencional. Algo falla bajo la límpida superficie cotidiana y parece que empieza a emerger... Pero nadie imaginó lo que sucedería después. Un accidente en la playa deriva en una tragedia; una muerte que invoca a otra, ocultada durante décadas. Esa herida secreta sigue abierta; revela un pasado traumático e ilumina con luz impiadosa el presente. El alcoholismo de Michael, que siempre se ha negado a tener hijos, y ahora, con su esposa Diana embarazada, se encuentra al borde del divorcio; la vida sin destino de Thad, que ambiciona ser poeta y vive de Jake, su novio; los silencios culpables de Richard y Lisa. Infidelidades, fracasos amorosos, proyectos aplazados. En un fin de semana decisivo, lo que cada uno creía ser se ha puesto en tela de juicio. Con una prosa intensa y una capacidad asombrosa para asumir la perspectiva de cada personaje, Vida de lago es una arrolladora y emocionante novela familiar. Como ya demostrara en los cuentos de El cielo de los animales, David James Poissant tiene un talento singular para detectar el momento clave: cuándo deben asumirse las deudas con los sueños de juventud, para que el futuro sea algo más que los errores acumulados en el pasado. • Una novela tan profunda y llena de sentimientos como moderna y magníficamente escrita. • 'El cielo de los animales'; su primer libro, fue elegido por Amazon como el mejor libro de 2014 y ha sido traducido a quince idiomas.

David James Poissant nació en los EEUU. Es escritor y actualmente enseña en la Universidad Central de Florida. Sus cuentos y ensayos aparecieron eb The Atlantic, The Chicago Tribune y The New York Times, entre otrso medios, y pese a su aún breve carrera literaria ya ha ganado numerosos premios: El Matt Clark, George Garret Fiction, el Rope Walk Fiction Chapbook, el GLCA New Writers y el Alice White Reeves Memorial. El cielo de los animales es su primer libro y fue elegido por Amazon como el mejor libro de 2014 y ha sido traducido a quince idiomas. En 2021 publica su segunda novela Vida de lago, una arrolladora novela familiar Doctor en cultura nórdica, vikinga y medieval por la Universidad de Oslo y profesor de Historia en St. Hallvard College, ha trabajado en estudios vikingos y medievales durante más de quince años, tanto como profesional como recreador histórico de la mayor y más veterana asociación de recreación histórica de época vikinga de Noruega, así como coautor junto a Vegard Vike, de Vikingos en guerra (Desperta Ferro Ediciones, 2019).

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El niño en la parte de atrás de la lancha, riendo.

El cielo grabado en peltre amenaza de lluvia.

Michael Starling, treinta y tres años, cobijado en el bote de pesca de su padre, mira la otra lancha, el niño, la bahía; el agua que ya no será suya porque los padres de Michael van a vender la casa.

Llegaron ayer –Michael y Diane, Jake y Thad– y les dieron la noticia: Richard y Lisa Starling no van a pasar sus años de retiro en el lago. En una semana, la casa de verano de la familia se venderá para que, en cambio, los padres de Michael y Thad puedan mudarse a un rincón de la costa de Florida, lleno de arena, tipos que piden margaritas a los gritos y otro montón de cosas claramente no-Starling.

Esta decisión no encaja con los padres de Michael. No son gente estilo Florida. Son exhippies, académicos. Aman los lagos fríos de montaña, las corrientes claras y frescas, los árboles que cambian de color en otoño. Sus veranos son los veranos de Carolina del Norte, cielos estrellados y la casa rodante modificada, ya sin ruedas, que la familia llama con cariño «la cabaña del bosque».

¿Dónde se metieron los padres de Michael? ¿Quiénes son estos locos desatados que se tiran de cabeza y salpican para todas partes y flotan en cámaras de neumático en las serenas aguas de un día de verano en Lake Christopher?

En la orilla, una garza picotea los juncos en busca de pescado. Arriba las nubes cubren y descubren el sol.

Una mañana en el lago –sándwiches, nadar–; éste era el plan de los Starling antes de que apareciera la nave invasora, abriendo las aguas tras de sí como un cierre relámpago, sin importarle los nadadores ni la prohibición de hacer olas en la bahía. La lancha echó anclas demasiado cerca, y el hombre al timón se descubrió la cabeza y saludó con la gorra –¡una gorra de capitán!– desde cubierta. Dio un grito de alegría, escupió restos de tabaco al agua y subió la música a un volumen muy, muy alto.

Estas no son las reglas de etiqueta del lago. Esto no se hace.

Lake Christopher no es un salón de fiestas, y ésta no es una bahía ruidosa. Los residentes más antiguos del lago se esfuerzan para que así sea, y han sobrevivido décadas de desarrollo inmobiliario y dos amenazas de expropiación, una pública y otra privada.

En la embarcación intrusa atruena Jimmy Buffett; pintado de rosa, el nombre:The Party Barge. Las lanchas resplandecen grises bajo el cielo gris.

Al padre de Michael no parece importarle.

–¡Vengan! –le grita al hombre de la gorra de capitán. Entonces todos los delParty Barge saltan al agua, todos excepto el niño («oído de nadador», dice su madre, «una lástima») y su hermana mayor, que se queda a bordo para vigilarlo. Al rato, sin embargo, la hermana está acostada boca arriba bajo un toldo en la cubierta, los ojos cerrados, los auriculares puestos.

Michael observa al niño y necesita un trago.

El niño tiene cuatro, quizá cinco años. Donde deberían estar sus bíceps hay un par de flotadores color calabaza. Camina hacia el motor fuera de borda, cubierto por una funda de lona, y lo monta a horcajadas. Un jinete de bermudas plateadas. Su caballo tiene un tatuaje que dice «Evinrude», su pista de carreras es el agua manchada de sol.

–¡Arre! –grita.

A alguien podría parecerle simpático. A Michael, no.

Los flotadores abultan como brazaletes de tensiómetro. Una mano suelta una rienda invisible y el niño hace estallar una bolsa de Cheetos en su regazo. Gira la cabeza para observar a su hermana que continúa con los ojos cerrados, y a sus padres que se alejan nadando. Michael sigue la trayectoria visual del niño. Cuando vuelve a mirar, ve un dedo. Es un dedo medio, que parece un Cheeto, y está levantado en dirección a Michael.

Michael cierra los ojos. ¿Por qué está observando a ese niño? Ni siquiera le gustan los niños. Abre los ojos. El niño le saca la lengua.

«Eh», Michael quiere gritarles a los padres negligentes, «su hijito de mierda me está insultando y su otra hijita de mierda duerme como un tronco».

Michael tendría que estar nadando, pero su cabeza es una cueva atestada de murciélagos. La sobriedad es un revuelo de alas dentro del cráneo. Ecolocalización detrás de los ojos. Necesita vodka, ya mismo, pero al levantarse esta mañana se encontró con una jarra de zumo de naranja vacía y era impensable subir una botella al bote sin que lo pescaran. Su familia tolera muchas cosas, pero vodka antes del mediodía, no.

El niño se lleva la bolsa de Cheetos a la boca y su mentón y su pecho se cubren de polvo naranja. Después tira la bolsa al lago. Mira fijo a Michael como desafiándolo a decir algo.

Es una sensación nueva