Capítulo I
MARCUS
El ascenso del menor
Britania-Roma,otoño del año 71 d. C.
El húmedo viento otoñal se colaba a través de la lona y los gruesos maderos que, firmemente anclados en el suelo, impedían que un fuerte vendaval se llevara la tienda. A pesar de ser de día, en el interior, un par de docenas de lucernas buscaban imponerse a la oscuridad. La ventisca parecía hacer temblar las llamas, como si éstas fueran sensibles al otoño britano.
Marcus Severo, en su calidad de tribuno laticlavio, asistía a la reunión en la que Petilio Cerial, procónsul y gobernador de la provincia de Britania, había convocado a la totalidad de altos cargos del ejército romano de dicha provincia: una veintena de hombres.
La Legio II Adiutrix había combatido, tan sólo unas semanas atrás, contra los brigantes. Ayudada por la Legio XX Valeria Victrix, intentaban mediar en un conflicto que, en un principio, pareció sólo un problema de cama.
La reina de los brigantes, Cartimandua, se contaba como una firme aliada de Roma desde el año 51 d. C. El esposo de ésta, Venuntius, había traicionado el acuerdo de su consorte y levantó a una buena parte de la tribu de los brigantes contra los conquistadores (ya era la segunda ocasión en que Venuntius se levantaba contra Roma; había sido vencido en el año 56 d. C. por la Legio IX Hispania al mando de Cesio Nasica). Reconciliado con Cartimandua y perdonado por Roma, Venuntius fue repudiado finalmente por su esposa al tiempo que se sentía traicionado por su segundo al mando, Vellocatus, que ahora calentaba la cama de la reina de los brigantes. El desdichado esposo sólo pudo tomar el camino de la rebelión ante su esposa y los aliados de ésta. Y, aprovechando el fatídico año de vacío de poder en el que hasta cuatroprinceps habían ocupado el trono de Roma, se alzó en armas contra los latinos. Venuntius se alió con un nutrido grupo de tribus vecinas, con lo que la rebelión degeneró en una verdadera guerra.
El primer enfrentamiento había acabado en tablas. Roma había consolidado su posición, pero su avance no era significativo; al igual que los insurrectos, que seguirían en sus posiciones al menos hasta la llegada del próximo verano.
El acantonamiento invernal del ejército suponía la oportunidad para recuperar fuerzas y planificar las estrategias a tomar cuando llegase el buen tiempo.
–Hay que construir una fortaleza definitiva –comentaba en voz alta Petilio Cerial, procónsul y gobernador de Britania–. Sólo así podemos consolidar el dominio ante los insurrectos.
–Necesitas a todos los hombres para luchar. –Quien hablaba era Cneo Julio Agrícola, comandante de la Legio XX Valeria Victrix, que también actuaba como consejero de Cerial–. No puedes dividir las fuerzas, el enemigo es muy numeroso.
Marcus Severo permanecía en silencio. Aún era joven, apenas superaba los veinticinco años, y su experiencia en el ejército era escasa. El cargo de tribuno laticlavio se destinaba a un joven aristócrata, o procedente de una familia senatorial, cuyo objetivo era que futuros senadores predestinados a ocupar altos cargos en Roma adquiriesen algo de experiencia en el ejército romano. No se esperaba mucho de ellos, pero sí que aprendieran del funcionamiento y administración de una maquinaria tan perfecta como era el estamento m