Primeras mentiras
(Invierno de 1974)
Una mujer joven con un niño de la mano avanza por un sendero de montaña, bordeado de nieve. El valle está cubierto por un manto blanco que unifica los prados. Los montes tienen las cumbres nevadas. Un sol pálido, entre nubes, hace brillar la nieve que robles y castaños mantienen todavía en sus ramas. El niño se suelta de la mano y corre hacia el borde del camino.
–¡Mira, mamá! Flores en la nieve... ¿Son tojos?
La mujer se acerca, sonriendo. Mira el arbusto con flores amarillas que crece entre el verdor de la pared de tierra, salpicada de nieve.
–Son forsitias, Damián, las primeras plantas en florecer. En febrero ya echan la flor.
–¿Se llaman forsitias en español?
–Sí, y en inglés se llaman igual, aunque se pronuncia de forma diferente:forsythia... Es un arbusto de jardín. El viento debe de haber traído hasta aquí alguna semilla.
Damián se quita un guante y acaricia los pétalos de las flores.
–A papá le gustaría verlas. ¿Por qué no viene nunca a pasear con nosotros? ¿Es porque es viejo?
–No digas eso, Damián. Tu padre no es viejo.
–Es más viejo que los papás de los otros niños.
–Papá hizo muchas cosas importantes antes de casarse y tener un hijo. Vivió y estudió en Alemania, en Francia, en Inglaterra, y aprendió muchas cosas que ahora puede enseñarte a ti y a otras personas.
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