: Simon Scarrow
: Invictus
: Edhasa
: 9788435047234
: Saga de Quinto Licinio Cato
: 1
: CHF 8.90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 512
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
En el año 54 a.C. el ejército romano patrulla a lo largo y ancho de un Imperio creciente, que abarca desde el Mediterráneo hasta el Mar del Norte, desde el Atlántico hasta las orillas del Nilo. Roma aplica brutalmente sus leyes y sus normas, y sus legiones son la fuerza de combate más eficiente y agresiva del mundo conocido.Tras sobrevivir a varios años de campaña en Britania, el prefecto Cato y el centurión Macro, dos veteranos de la legión romana, han vuelto a Roma. Sin embargo, su tiempo en la ciudad, peligrosa y polémica es corto, y muy pronto comenzarán un nuevo viaje con la guardia pretoriana. Su destino: Hispania, una colonia problemática en la que el enfrentamiento y la tensión con el Imperio romano se agravan por la amarga rivalidad existente entre los propios nativos. Allí, Vitellius, un veterano con vasta experiencia militar y ambición sin igual, intenta alcanzar la paz. Los desafíos a los que se enfrentan los dos amigos y sus compañeros de armas son, sin duda, diferentes a todo lo que han visto antes. Por un lado, la intriga y la traición de aquellos que buscan socavar al emperador Claudio. Por otro, Hispania se declara inconquistable... Otra nueva entrega de las emocionantes y divertidas aventuras de Quinto Licinio Cato y su fiel compañero y amigo Lucio Cornelio Macro, los milites más audaces y con peor suerte que campearon por los dominios romanos. Steven Saylor, conocido escritor de novela histórica estadounidense, ha definido la serie de Cato y Macro como 'Una serie sorprendente, apasionante, ingeniosa... se la recomiendo sin reservas.'

Simon Scarrow fue profesor de historia hasta obtener un resonante éxito en el ámbito de la narrativa histórica con la serie protagonizada por los militares Quinto Licinio Cato y Lucio Cornelio Macro, de la que Edhasa ha publicado ya las catorce entregas (El águila en el Imperio, Roma Vincit!, Centurión, Hermanos de sangre, Britania, y Los días del César, entre otras).Además de la serie juvenil Gladiador, es autor de tres novelas independientes: La espada y la cimitarra, Sangre en la arena y Corazones de piedra. Con Sangre joven inició el que quizá sea su más ambicioso proyecto novelesco: las vidas paralelas de Napoleón y Wellington, que ha culminado en cuatro entregas (Sangre joven, Los Generales, A fuego y espada y Campos de muerte), todas publicadas por Edhasa. En 2017, junto con Lee Francis, se ha embarcado en un nuevo proyecto: Jugando con la muerte, thriller protagonizado por Rose Blake, agente especial del FBI.

CAPÍTULO UNO

Puerto de Ostia, a un día de marcha de Roma

–¿Qué es todo este jaleo, amigo? –preguntó Macro al posadero, señalando con un gesto a la multitud ebria que se encontraba en el extremo más alejado de la taberna El botín de Neptuno. Varios hombres hablaban con un tono alterado mientras compartían una gran jarra de vino. Un par de prostitutas de la posada se habían unido al grupo y se sentaban en el regazo de los hombres, probando suerte por si caía algo de vino y, posteriormente, algo para su negocio, si ésta les sonreía.

Sin responder a la pregunta, el posadero, un individuo bastante baqueteado con un parche que le cubría un ojo, fijó su mermada mirada en su cliente y aventuró una suposición.

–Supongo que acabáis de bajar de algún barco, ¿no?

Macro asintió como respuesta a la bronca pregunta y señaló a un compañero, alto y larguirucho, que estaba usando el borde de su manto para secar la superficie de un banco que se encontraba al lado de la entrada. Tras quitar toda la porquería que pudo, Cato se sentó con una mueca rápida, con su silueta recortada ante la luz intensa que procedía del exterior. La calle estaba muy transitada y los gritos de las gaviotas que buscaban restos, dando vueltas en el cielo de un azul claro, penetraban entre la barahúnda de voces y los gritos de los vendedores callejeros. Aunque estaban sólo a media mañana, el calor ya era opresivo y la sombra de la posada proporcionaba un refugio muy agradable del sol abrasador.

–Eso es. Necesitaba beber un poco antes de coger el barco para subir por el Tíber hacia Roma.

–¿El barco? No creo que tengas esa suerte. Ya no quedará espacio en ningún barco ahora mismo. Se avecina un día de fiesta en la capital, de modo que todos los barcos estarán llenos de vino, festines y turistas. Tendrás que ir por carretera, amigo mío. ¿Irás solo?

–No. Voy con el prefecto, ése de ahí.

–¿El prefecto? –El único ojo del posadero se abrió mucho, y luego astutamente se entornó, reconsiderando a sus últimos clientes. No llevaban ningún signo externo de rango ni de riqueza. Ambos hombres iban vestidos con mantos militares y túnicas sencillas. El más bajo, el que estaba en la barra, llevaba unas recias botas de soldado, pero las de su compañero, el prefecto, eran de piel y parecían caras, teñidas de rojo. Ambos llevaban pequeños morrales colgados al hombro, y el bulto que se notaba en cada uno era indicio de una bolsa llena de monedas. El posadero esbozó una sonrisa mellada.

–Siempre es un placer servir a caballeros de calidad. De modo que él es un prefecto... ¿Y tú? ¿Tienes el mismo rango?

–Yo no –Macro le devolvió la sonrisa–. Yo trabajo para vivir –se dio unas palmaditas en el pecho–. Centurión Macro. Últimamente de la Legión Decimocuarta, sirviendo en Britania, y antes de la Segunda Augusta, la mejor legión de todo el ejército. De modo que, como he dicho, ¿qué es lo que pasa? Toda la ciudad parece estar de muy buen humor.

–¿Y por qué no, señor? Tú deberías conocer el motivo mejor que nadie, dado que vienes de Britania. Hemos acabado con ese tal rey Carataco, el único que ha conseguido tomar el pelo a nuestros generales.

Macro suspiró.

–No hace falta que me lo digas. Ese hijo de puta era tan resbaladizo como una anguila, y tan orgulloso como un león. Es bueno que finalmente lo hayamos derrotado. Pero ¿qué pasa con él? Lo último que supe de Carataco es que lo enviaban a Roma cargado de cadenas.

–Y así ha sido, señor. Él y los suyos han pasado seis meses en la prisión Mamertina mientras el emperador decidía qué hacer con ellos. Y ahora ya conocemos qué pasará. Claudio ha decidido que todos ellos desfilen por Roma y los lleven al templo de Júpiter para estrangularlos allí. Va a ser una buena celebración. Su señoría va a dar un festín a la ciudad y va a organizar cinco días de luchas de gladiadores y carreras de carros en el Circo Máximo. –El posadero hizo una pausa y se encogió de hombros–. Por supuesto, Ostia estará tranquila como una tumba cuando ocurra. Malo para el negocio. Así que tengo que vender ahora todo lo que p