: Kate O'Brien
: Esa dama La historia de la princesa de Éboli
: Edhasa
: 9788435047074
: 1
: CHF 8.90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 384
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Ana de Mendoza y de la Cerda, princesa de Éboli y duquesa de Pastrana es uno de los personajes más intrépidos y fascinantes de cuantos se movieron alrededor de la corte de Felipe II. A los trece años se casa con Ruy Gómez de Silva, secretario de Estado y favorito del rey. A los catorce pierde un ojo en un duelo y desde entonces sus amistades la llaman la Tuerta. Tuvo diez hijos y se mostró siempre como una esposa fiel y abnegada, pero nunca consiguió acallar a quienes en la corte la señalaban como la amante del rey. Ana enviudó a los treinta años y, a instancias de Felipe II, abandonó su retiro campestre para volver a hacerse cargo de sus responsabilidades en Madrid. En septiembre de 1577 se encontró de nuevo con un gran amigo de su marido, el arrogante y atractivo Antonio Pérez, y este encuentro alteró definitivamente su existencia. Esta novela de Kate O'Brien narra la historia y la definitiva transformación de esta mujer inolvidable, alguien que descubrió tardíamente la pasión y que afrontó con una entereza extraordinaria el escándalo y la cólera del hombre que en esa época ostentaba el poder absoluto: el rey.

Nació en Irlanda, pero pasó gran parte de su vida en Londres, donde escribió para distintos periódicos y se inició en la literatura con obras teatrales. Curiosamente su carrera comenzó en Euskadi donde dio sus primeros pasos como escritora con algunos relatos. El éxito le llegó con su primera novela,  Without my Cloak , que obtuvo los premios  Hawthronden  y  Jame Tait Black  en 1931. Es autora de otras ocho novelas, dos de las cuales ( Mary Lavelle  y  The Land of Spices ) fueron censuradas en Irlanda por 'inmorales', de lagunos libros de viajes ( Farewell Spain  en 1937 y  My Ireland  en 1962) y de una autobiorafía (Presentation Parlour, 1963), además de dramatizaciones de algunas de sus novelas como  Mary Lavelle  que se llevó al cine bajo el título  Talk of Angels  y que en España se estreno como  Pasiones rotas .  That Lady (1946) , publicada en Edhasa como Esa Dama en 1986 en la colección de Narrativas Históricas.

PRIMERA PARTE

Madrid y Pastrana

 

CAPÍTULO PRIMERO

(Septiembre de 1577)

I

Bernardina llevó el vino y lo colocó en una mesa de piedra que había junto a la fuente. Antonio Pérez se levantó y le hizo sitio junto a él en el banco. Era casi medianoche y el patio estaba fresco y sombrío.

–La princesa lamenta tener que haceros esperar un poco, don Antonio, pero tiene una visita imprevista, don Juan de Escobedo.

–¿Sí? Pobre princesa. ¿Una visita aburrida?

Bernardina sirvió un poco de vino en dos vasos.

–Sí, ahora parece una persona muy seria. Pero antes era muy alegre, casi tan alegre como vos, don Antonio, en tiempos del príncipe de Éboli, cuando ambos erais sus protegidos. ¿Recordáis?

–Lo recuerdo. –Antonio contempló lánguidamente el amplio patio rodeado de columnas–. ¡Cómo nos divertíamos entonces aquí, Bernardina! ¡Las fiestas que dábamos! ¡Querido Ruy!

–Sí, le gustaban las fiestas, que Dios lo tenga en la gloria. Pero también a la princesa. Esta primavera dimos algunas bien agradables, don Antonio, aunque vos estuvierais a veces demasiado ocupado para asistir.

–Por desgracia. Ya sabéis, Bernardina, que cuando se es el favorito del rey no todo son mieles.

–Sí, lo sé desde que vos no erais más que un paje. Madre de Dios, cómo trabajaba don Ruy.

Antonio bebió el vino y lo mismo hizo Bernardina.

–Es imposible emularlo. De todos modos... a veces es emocionante.

–Y vos lo demostráis, si se me permite hacer...

Él retocó su atuendo, divertido. Iba vestido y arreglado con gran elegancia.

–Hago lo que puedo –le contestó burlonamente–. Me alegro de que os guste, Bernardina.

–Yo no he dicho eso.

–Sí que lo habéis dicho, vieja coqueta. De todos modos, está claro que os gusta la ciudad y todos nuestros desatinos.

–Ah sí, me gusta Madrid. Yo nunca estuve conforme con la piadosa viudez en Pastrana; Ana lo sabía.

–Y tampoco con el absurdo plan de convertirse en monja carmelita. ¿Os acordáis de aquel alboroto?

Él rió y volvió a tomar un trago.

Bernardina también se rió, pero misteriosa y suavemente.

–Querida Ana..., menuda tontería. Y creo que sé lo que le pasaba entonces...

–¿Qué le pasaba?

–No os preocupéis, señor secretario de Estado. No es un asunto de gobierno.

–Casi lo fue entonces. Me temo que la gran madre Teresa nunca perdonará a la princesa.

Bernardina ahogó una risita.

–No me extraña. Pero no le habléis de nada de esto a la princesa.

–No tengo ninguna intención. Pero ¿por qué?

–No le gusta recordarlo, igual que no le gusta tener un solo ojo.

–¡Ah, ya!

–Después de todo –dijo Bernardina–, ¿quién no ha hecho alguna tontería en algún momento de la vida? Y ella, bueno, la muerte de don Ruy la asustó. –Tomó un trago de vino–. Es la única vez que la he visto perder la cabeza, y soy su dueña desde que tenía dieciocho años.

Antonio se sintió algo aburrido.

–Es una mujer muy interesante –dijo.

–Lo es. Y lo que es más, es buena. Demasiado buena, si queréis mi opinión, en un mundo perverso.

–Entonces vos sois una mala compañera para ella, supongo –dijo él coqueteando automáticamente con esta vivaz mujer de mediana edad, como hacía, sin darse cuenta, con cualquiera que pareciera esperarlo.

–Sí, siempre he procurado ser ma