Introducción
Leonor y sus biógrafos:
historia, leyenda e ideología
Concebida como una figura inversa a la de Juana de Arco en la imaginación de numerosos franceses, Leonor de Aquitania sigue fasci-nando e intrigando a los historiadores de nuestro tiempo, que intentan desentrañar su misterio, por múltiples razones que este libro pretende sacar a la luz.
La principal es, evidentemente, el carácter excepcional del fabuloso destino de Leonor: dos veces reina y madre de tres reyes, se codeó con eclesiásticos famosos como Suger, Bernardo de Claraval o Tomás Becket, surcó Europa, vivió ochenta años, reinó sesenta y siete, y dio a luz una docena de hijos en una época en la que eran numerosas las mujeres que morían de parto. Incluso reducida a unas pocas líneas, la mera exposición de los hechos que marcaron su existencia basta para justificar esta fascinación, sin disipar, por ello, su misterio.
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Leonor tiene trece años cuando, en 1137, su padre Guillermo X, duque de Aquitania, muere en su peregrinación a Santiago de Compostela. No tiene hijos, por lo que Leonor hereda el rico ducado que la convierte en un suntuoso partido. El rey de Francia, Luis VIel Gordo no deja escapar la oportunidad, otorga de inmediato un esposo a la joven heredera, su propio hijo Luis, y muere pocos días más tarde. La adolescente se convierte así, en compañía de su hermana Petronila, en la reina de una Francia cuya corte, y tal vez cuya política, perturba, según dicen, un poco.
Diez años más tarde, en 1147, Leonor acompaña a su marido, Luis VII, a Tierra Santa. En Antioquía, la encontramos en el meollo de nuevas intrigas político-sentimentales. El rey se enfada por ello y se lo reprocha; ella replica anunciando su intención de hacer que anulen su matrimonio, alegando «consanguinidad». El rey, trastornado, la lleva por la fuerza a Jerusalén pero, a todas luces, la pareja se ha deshecho. A pesar de la intervención del Papa, que intenta reconciliarles, sus desacuerdos se acentúan, y el rey de Francia decide hacer que anulen su matrimonio por medio de un concilio en Beaugency, en 1152.
En esa fecha, Leonor se acerca a la treintena. Muy hermosa aún, según dicen, la duquesa de Aquitania, plenamente dueña de su destino, se convierte en un partido muy deseado. Lo prueba el hecho de que, entre Beaugency y Poitiers, escapa a dos intentos de rapto. Pocos días más tarde, elige personalmente a su nuevo esposo: Enrique Plantagenet, diez años más joven que ella. Es conde de Anjou, duque de Normandía, y muy pronto será rey de Inglaterra.
La unión coloca a la nueva pareja a la cabeza de un «imperio Plantagenet» que, con el control del Canal de la Mancha, se extiende desde Escocia hasta los Pirineos y amenaza con suplantar al reino de Francia. Hasta el cielo parece favorable a la pareja: Leonor, que hasta entonces sólo había tenido dos hijas con Luis, da al rey Enrique II, de 1153 a 1166, tres hijas y cinco (o seis) hijos, cuatro de los cuales llegarán a la edad adulta.
Sin embargo, esta profusión de hijos se revela nefasta. Efectivamente, en 1173 la reina Leonor, que está rozando la cincuentena, se alza contra su esposo por razones diversas y apoya, contra él, la revuelta de sus hijos Enriqueel Joven, Ricardo y Godofredo, ávidos de autonomía e impacientes por recibir de aquel autoritario padre la realidad tangible de un poder que les había sido prometido en un quizá prematuro «testamento equitativo». Leonor, la rebelde, es capturada por los partidarios del rey mientras cabalga, vestida de hombre, hacia los Estados de su primer esposo, aliado de sus hijos; el rey la mantiene cautiva en Inglaterra durante más de quince años, hasta la muerte de éste, acaecida en 1189.
Libre por fin, Leonor actúa casi como soberana, tanto más cuanto su hijo, el nuevo rey Ricardo Corazón de León, parte muy pronto hacia Jerusalén en compañía de su rival Capeto, Felipe Augusto, y confía el gobierno del reino a su madre. A la reina no le faltan las preocupaciones, aunque sólo sea con respecto a la sucesión dinástica: con treinta y tres años de edad, Ricardo sigue soltero. Los historiadores de hoy le atribuyen tendencias homosexuales. Sea como sea, Ricardo se resiste a contraer matrimonio con Aelis, la hermanastra de Felipe Augusto, su prometida desde la infancia. Para asegurar su sucesión en caso de desgracia, Ricardo consigue, por medio de una compensación financiera, deshacerse de su promesa ante el rey de Francia, arguyendo que Aelis había sido la amante de su padre, Enrique II. Leonor, a los setenta años, parte hacia Navarra en busca de la futura esposa de Ricardo, Berenguela, y se la lleva a Mesina antes de regresar, a toda prisa, a sus Estados. Ella es quien vigila las intrigas de su último hijo, Juan, llamado Sin Tierra, y contrarresta sus intentos de subversión. Ella, también, reúne y aporta a la corte del emperador Enrique VI el enorme rescate exigido para liberar a Ricardo, capturado contra todo derecho a su regreso de la Cruzada.
Tras haber reconciliado a sus hijos Juan y Ricardo, Leonor se retira a Fontevraud, donde descansaba ya