PRÓLOGO
Al dar a la estampa esta nueva edición de los ensayos biográficos que dediqué a algunos personajes estelares de la humanidad, me vino la idea de agruparlos en trilogías (tetralogías en algunos de los libros que aparecerán en esta misma colección). El recurso literario es bien antiguo y, desde Plutarco hasta Zweig o André Maurois, ha sido utilizado por muchos biógrafos y bien acogido por los lectores, que pueden aproximarse así a las figuras de los grandes maestros de la vida, del pensamiento, de la ciencia, del arte o de la cultura, presentados en retratos directos y de fácil acceso para quien quiere conocerlos y profundizar en ellos.
La técnica de narración y de ensayo que propongo en este libro es especial, porque busca «robar» a la música y a la pintura un efecto que es difícil de conseguir en la literatura biográfica, ya que ésta –siempre que sea seria y no se conforme con ser un manual de hagiografías para uso de beatos– se ve obligada a argumentar racionalmente las contradicciones y claroscuros que son propios de cualquier existencia, componiendo una larga y voluminosa investigación sobre la vida de un personaje y su tiempo; todo ello bien asentado sobre los acontecimientos políticos y sociales que lo rodean.
El propósito de esta colección es más dinámico y diligente, de manera que comenzamos en unimpromptus apasionado con las biografías de Beethoven, Mozart y Liszt –justamente esas tres vidas y no otras– por la fascinación que estos personajes han ejercido y siguen ejerciendo con su obra inmortal. Seguirán otras figuras (Goethe, Byron y Walter Scott) en una trilogía que he tituladoSuite romántica. Y a ellas se unirán más adelante unaSonata humanista, con las vidas de Nietzsche, Tolstoi y Zweig, y unConcierto para libertinos (Balzac, Casanova, Libertinos en Capri y Taormina).
En otro tiempo, a estos maestros de la cultura los llamábamos «clásicos», utilizando una palabra que iba ya unida en latín (classicus) a un sentido de distinción y excelencia. Ciertos ciudadanos pertenecientes a esa clase honrada y eminente se elegían en la antigua Roma como testigos de los juicios. El término pasó en la cultura europea a designar a los personajes que se consideraban arquetipos en la escuela del gusto y de nuestros valores éticos y estéticos. Podrían considerarse los «adelantados» de la cultura, y estudiarlos a fondo permitía a los ciudadanos ilustrados conocer mejor el uso más perfecto de su lengua, las interpretaciones de su historia, los pactos de cada pueblo con el linaje de su civilización, los tesoros de su arte y los principios de su educación. Esos personajes «principales» no eran merecedores de esa distinción por un juicio moral emitido por ningún tribunal de inquisidores, ni por loslikes de un grupo simpático de seguidores de una red social, ni mucho menos por el aplauso de unos sectarios o unos grupos políticos, sino por la fuerza de su espíritu, por la altura de su genio y por la luz que alcanzaron en su vuelo.
En nuestra colección hemos querido que elespíritu de los personajes que biografiamos –y no el pensamiento políticamente correcto ni los aplausos de conveniencia ni el juicio moral de un sanedrín– sea el verdadero intérprete de esta trilogíaAppassionata. Igual que valoraríamos a los personajes de una historia de amor o a los protagonistas de una hazaña de misericordia o a los héroes de una gesta de fraternidad social, lo único que debería de quedar de ellos es lo que hicieron y llevaron a término con su esfuerzo, y no lo que cualquier verdugo pretenda hacer con su fama y su nombre. Sólo los más grandes pueden ser aceptados así, por lo que realmente entregaron y nos dieron. Los más despreciables quieren presumir de cabales y buenos, sometiéndolos a juicios sumarísimos o d