: Simon Scarrow
: Jugando con la muerte
: Edhasa
: 9788435047326
: 1
: CHF 8.90
:
: Krimis, Thriller, Spionage
: Spanish
: 416
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
A VECES, EL ASESINO GANA LA PARTIDA... La agente especial del FBI Rose Blake ha conocido toda la maldad del ser humano. Y ha sobrevivido.Atormentada por el fallo en su última misión encubierta, Rose trata en vano de olvidar su encuentro con el despiadado asesino en serie. Pero éste sigue en libertad y podría atacar de nuevo en cualquier momento. La llamada para investigar un incendio provocado en el que ha muerto un hombre se convierte en una bienvenida distracción. No parece un caso apropiado para FBI, pero en realidad nada en todo el proceso es tampoco normal. Conforme avanza en la investigación, Rose se enfrenta a una imaginación aterradora, similar a los mundo de fantasía de los videojuegos de su hijo, y a una inteligencia sublime que lo lleva siempe un paso por delante. Y se teme lo peor: que un asesino a sangre fría haya llevado a cabo el asesinato perfecto. Mientras tanto, ella sólo sabe una cosa sobre él: que matará de nuevo. Las reglas están para romperse. Y el tiempo corre...

Capitulo0

Rose Blake seguía el todoterreno azul de Shane Koenig a través de la pista de montaña que descendía hacia una cabaña de dos plantas. Las luces de freno del todoterreno desprendían un destello rojo en la oscuridad de la noche, y desde la casa el cálido fulgor naranja de las ventanas penetraba en la oscuridad del exterior.

Cuando el vehículo de Koenig frenó, el brusco resplandor de la luz de emergencia pareció refulgir en el aire helado del bosque, como si estuviera flotando sobre las hojas desparramadas en la grava frente a la cabaña. Estaba empezando a llover, y las pocas gotas que conseguían atravesar las ramas de los árboles caían sobre el techo del coche.

Rose leyó el nombre grabado en la placa: «SOLACE». Bajó de su vehículo y siguió a Koenig por los escalones del porche. Altos árboles negros se mecían en la oscuridad alrededor de la cabaña. Justo en ese momento, Koenig se volvió hacia ella. Era un hombre guapo, aunque quizá demasiado corpulento. Tenía el cabello oscuro y llevaba tejanos, botas de cuero marrones y una chaqueta de lana Tommy Hilfiger sobre una camisa de franela roja.

–Mi hogar lejos de casa... Es bonito, ¿no? –Koenig abrió la puerta de la cabaña y la invitó a entrar. El pulso de Rose se aceleró imperceptiblemente.

–Sí, muy bonito...

La cocina daba a la sala principal y tenía un reluciente estante con revestimiento de madera de haya, donde sartenes y ollas de cobre colgaban de la pared. No parecía haber escatimado en gastos. La cabaña era una mezcla de piedra y bloques de ladrillo y madera con un barnizado naranja. La sala se abría en un solo espacio, y había una chimenea con pequeños y brillantes troncos listos para ser encendidos. Koenig cogió un encendedor de gas y la madera pronto empezó a crujir y a silbar, mientras las llamas calentaban la estancia. Rose acercó sus manos al fuego, sintiendo cómo el calor acariciaba su piel. Koenig cogió el mando a distancia y conectó el equipo de música.

Hay algo sobre esta noche...

Algo que está muy bien...

Tú y yo, amor, estamos conectados...

«Una inquietante elección», pensó Rose.

Koenig se quitó la chaqueta y sonrió.

–Siéntete como en casa. Esta cabaña es muy confortable, o al menos eso creo.

–Y un poco solitaria...

–No con la compañía adecuada –contestó él, acariciándole la mejilla.

Sus dedos le prov