CAPÍTULO 10
ACTUAR COMO JESÚS,
MOVIDOS POR LA COMPASIÓN
SIGNOS DE NUESTRO TIEMPO:
EL INDIVIDUALISMO COMO IDEAL
El individualismo se está convirtiendo en la sociedad de nuestros días en un ideal atractivo. Para muchos, la meta de su vida es llegar a ser «un individuo autodidacta, autosuficiente y autónomo que se basta a sí mismo, no necesita de nadie (excepto para el sexo) y no debe nada a nadie» (Albert Nolan). La felicidad se identifica con la independencia y la autosuficiencia. Es tal la fuerza de este individualismo que incluso los «derechos humanos» son cada vez más los derechos del individuo: para no pocos, el bien común es algo contrario a los derechos del individuo.
En un primer momento, terapeutas y psicólogos pensaban que este individualismo podría conducir a las personas a su autorrealización. Hoy, sin embargo, se está tomando conciencia de su capacidad deshumanizadora. El individualismo está llevando a las personas a la alienación, soledad, falta de amor, incapacidad para las relaciones, infelicidad… El individuo egocéntrico va perdiendo, en mayor o menor grado, el contacto con la realidad.
Este individualismo, propio de la sociedad posmoderna, está también deteriorando la vida de no pocos cristianos. Cada uno se organiza la religión a su gusto. Cada uno sabe mejor que nadie «lo que le va» y «lo que no le va». Lo importante es «gestionar» lo religioso de manera inteligente. Karl Rahner llamaba a este cristianismo «un egoísmo que sabe comportarse decentemente». Pero no hemos de olvidar que ser cristianos no es sentirnos bien ni mal, sino sentir a los que viven mal, pensar en los que sufren y acercarnos a compartir su sufrimiento desde una compasión solidaria.
El individualismo de nuestros días no ayuda tampoco a la búsqueda de una auténtica espiritualidad, pues puede conducir por diferentes caminos a una espiritualidad individualista y egocéntrica. Por eso se hace más necesario que nunca el «discernimiento de espíritus» para no caer en una «espiritualidad a gusto del consumidor». Solo la atención a los que sufren y son víctimas de esta sociedad facilita la liberación de nuestro falso ego. Una espiritualidad que olvide el sufrimiento no pasará de ser una «espiritualidad burguesa».
Johann Baptist Metz, recientemente fallecido, ha venido insistiendo durante muchos años en la necesidad de desarrollar una cultura en cuyo centro esté presente el recuerdo del sufrimiento. «Solo el recuerdo del sufrimiento de los inocentes nos puede humanizar […] ¿Desde dónde pensar de nuevo al hombre? ¿Cómo humanizar la historia? En realidad, yo solo conozco una categoría universal por excelencia, que se llamamemoria passionis». Según el teólogo de Münster, el sufrimiento de los inocentes desafía cualquier teoría del hombre, cualquier filosofía, cualquier política o religión que no lo tome en serio.
Cuando se olvida el sufrimiento concreto de las personas, la humanidad corre peligro. Cuando la política utiliza el sufrimiento como estrategia, degrada su propia causa. Cuando el cristianismo vive de espaldas a los que padecen, se deshumaniza. Cuando la espiritualidad no nos lleva a ellos, se aleja del espíritu de Jesús, que siempre actuó movido por la compasión.