: José María Fonollosa
: José Ángel Cilleruelo
: La ciudad del hombre
: Edhasa
: 9788435045568
: 1
: CHF 8.00
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: Lyrik
: Spanish
: 384
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
El 8 de agosto se cumplirán 100 años del nacimiento de este gran poeta que consiguió el reconocimiento internacional y cuyos poemas han sido musicalizados por Manuel Serrat, Albert Pla y José Hernando Sánchez. José María Fonollosa no es tanto un poeta marginado por la época como un poeta que decide marginarse de una época con la que no comulga. Cantó a las ciudades que lo conocieron, como si el enjambre de calles fuera el silencioso testigo de su paso por el mundo: Barcelona, La Habana, Nueva York. Y su canto no habla de la agustiniana ciudad de dios, sino del ser humano: del hombre que no encuentra su lugar en el mundo y menos entre otros hombres. Es, en definitiva, la suya una voz libre y cercana, un poeta que dice lo que piensa y que ofrece en sus versos un retrato acerado y valiente de las fobias, las ilusiones y los fracasos del hombre contemporáneo. Su poesía es tan nuestra como universal y, sin embargo, el manuscrito de Ciudad del hombre, después de mucho tiempo en el olvido, se había publicado solo de manera incompleta... hasta que Edhasa lo recuperó en su colección Edhasa Literaria en 2016. Con esta edición, a cargo de José Ángel Cilleruelo, al fin podemos disfrutar de la obra original e íntegra que el autor escribió: 236 poemas con su orden y estructura. Esta edición le devuelve al autor, José María Fonollosa, y a sus lectores, la dignidad de una obra maestra que, tras dos décadas en el mercado, continuaba aún desconocida... Edición completa, con prólogo e ilustraciones del recorrido de los poemas por Barcelona.

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA ( Barcelona, 08-08-1992 / 07-10-1991 ) Hoy reconocido poeta por su singularidad y por su calidad, vivió en Cuba durante una década y se mantuvo, desde 1961, fecha de su regreso a España, en silencio y al margen de los ambientes literarios. Antes había publicado 'La sombra de tu lu'z (1945), 'Umbral del silencio' (1947) y, en Cuba, el 'Romancero de Martí' (1955) y 'Poema del primer amor' (1956). Con 'Ciudad del hombre' alcanza la cima de su obra poética. Con carácter póstumo se publicó su novela en verso 'Poetas en la noche' (Barcelona, ??1996). Sus poemas han sido musicalizados por Manuel Serrat, Albert Pla y José Hernando Sánchez.

 

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA,

POETA DE LA CIUDAD

José Ángel Cilleruelo

Una presentación

La «vida literaria» de José María Fonollosa (1922-1991) –si bajo este concepto se comprenden las actividades que un escritor realiza para mostrar su obra a los lectores (presentaciones, coloquios, firmas...)– solo tuvo un único día de existencia. Es posible que sea la más breve «vida literaria» de la historia, y quizá también el acto cultural preparado con mayor antelación, durante cinco décadas de escritura y corrección deCiudad del hombre, tal como se deduce de uno de los poemas: «Tengo ya preparadas las respuestas / para las entrevistas periodísticas / ... / Puedo empezar, pues, a escribir mi libro».

La presentación a la prensa deCiudad del hombre: New York (Sirmio, Barcelona, 1990), el único acto literario sobre su obra al que Fonollosa pudo asistir, sucedió una mañana de primavera de 1990. Para el encuentro con la prensa eligió un local en la parte alta de Las Ramblas, la cafetería Moka. «Un local sin alma», según la crónica de uno de los periodistas, cuya apariencia anodina, tanto entonces como en el presente, oculta un pasado literario: fue el café que frecuentaba George Orwell (1903–1950) durante su época de miliciano en Barcelona y el lugar donde ocurrió un episodio de la guerra civil que narra enHomenaje a Cataluña.

Aquel día Fonollosa impidió que se realizara la habitual sesión fotográfica alegando la insatisfacción en aquel momento de la vida con su deterioro físico. La expectativa que ya entonces había despertado el libro y su autor creció huérfana de imágenes. Y los artículos que se publicaron, más de los que suele propiciar la presentación de un libro de poesía, aparecieron ilustrados con fotografías de Nueva York o con reproducciones de la cubierta.

La fisonomía del escritor a sus sesenta y ocho años quedó aquel día sin registrar. Los periodistas culturales que acudieron a la convocatoria sí pudieron ver al poeta y escuchar «ya preparadas las respuestas / para las entrevistas periodísticas». Anotaron en sus cuadernos las frases que llamaron su atención y, entrecomilladas, las reprodujeron en las crónicas del día siguiente. No es fácil tampoco con tan escasos fragmentos reconstruir el discurso de Fonollosa, pero algunas frases entre las pronunciadas aquel día bien pueden servir ahora como preámbulo a esta edición, por primera vez completa, deCiudad del hombre.

Quizá, si hubiera podido hablar de nuevo sobre este volumen, Fonollosa empezara recordando que «cuando, a los catorce años, leíLa Odisea encargué al inconsciente hacer algo igual, hacer una obra parecida o mejor»1. Y es esta, sin duda, la sorpresa inicial de un libro pensado y escrito como obra de arte total, con el propósito de dar una visión íntegra del ser urbano contemporáneo, a la manera de la antigua epopeya griega, pero también de ciertos títulos fundacionales de la literatura contemporánea que anhelaron esta misma y visionaria amplitud, comoLeaves of Grass (1855) oUlysses (1922), ambos modelos deCiudad del hombre, no temáticos ni estilísticos, pero sí estructurales: como «contraparte oscura y desgastada»2 del canto a uno mismo; astillado ahora en una multitud de canciones inarmónicas, el primero; y como itinerario urbano durante las horas de una única jornada, el segundo.

Una obra que fue concebida para aspirar a la perennidad: «Es la obra lo que perdura. La vida solo me ha servido para la obra. Siempre he tenido el deseo de inmortalidad y me parece que la conseguiré. Quiero dejar una muestra de que yo también he estado aquí». Sin embargo, al final de su vida, Fonollosa solo logró ver impresa una pequeña parte de su obra, y muchos años después de haberla escrito. «Llegó un momento en que perdí la esperanza de ver mi obra publicada. Estaba resignado a hacerlo después de muerto, como Kafka. Había pensado en suicidarme y dejarle los originales a Pere Gimferrer para que me los editase». Una obra así escrita pudo renunciar al agasajo de la edición e