: Bernard Cornwell
: La presa de Sharpe. La batalla de Copenhague 1807
: Edhasa
: 9788435048798
: Las aventuras del fusilero Richard Sharpe
: 1
: CHF 8.90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 576
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
LAS AVENTURAS DE RICHARD SHARPE. El teniente de fusileros Richard Sharpe vive un momento complicado: su amada, lady Grace Hale, ha muerto al dar a luz, los abogados se han quedado todas sus riquezas y, por si fuera poco, en su compañía ha quedado relegado al servil trabajo de intendente. Se está planteando incluso dejar el ejército cuando, por un encuentro casual, el mayor David Baird le asigna una misión secreta en Copenhague. Dinamarca es neutral, pero tiene una flota poderosa, y Sharpe debe evitar que los daneses entreguen sus barcos de guerra a Napoleón, que busca reemplazo para los navíos que perdió en la batalla de Trafalgar. Arrastrado a una brutal guerra de espionaje, Sharpe descubre que no es más que un peón listo para ser sacrificado... Pero, a veces, los peones también pueden cambiar el destino del juego, y, una vez descubierto el traidor, decide poner sus propias normas y convertirse en el cazador de la partida en medio de una ciudad asediada por las tropas británicas.

Bernard Cornwell nació en Londres en 1944 y vivió su infancia en el sur de Essex. Después de graduarse en la Universidad de Londres, trabajó para la cadena de televisión de la BBC durante siete años, principalmente como realizador del programa Nationwide. Posteriormente se hizo cargo del departamento de actualidad de la BBC en Irlanda del Norte, y en 1978 pasó a dirigir el programa Thames at Six, para la Thames Television. Actualmente reside en Estados Unidos. Su serie dedicada a Richard Sharpe, que en España viene publicando Edhasa, le ha convertido en uno de los escritores más leídos y de mayor éxito en el género de la novela histórica de aventuras, condición que volvió a poner de manifiesto con la trilogía formada por Arqueros del Rey (2001), La batalla del Grial (2002) y El sitio de Calais (2004) o la tetralogía sobre Starbuck, situada en la guerra civil americana, de la que las primeras entregas han sido Rebelde (2011), Copperhead (2012) y Bandera de batalla (2020) . También son buena muestra de su talento las novelas Stonehenge (2000), El ladrón de la horca (2003) o Azincourt (2010), El fuerte (2011) así como las Crónicas del Señor de la Guerra: El rey del invierno (2008), El enemigo de Dios (2009) y Excalibur (2010). El ciclo sobre la confluencia de sajones, vikingos y normandos, se inició con Northumbria, El último reino (2006), Svein, el del caballo blanco (2007), Los señores del Norte (2008), La canción de la espada (2009), La tierra en llamas (2010), Muerte de Reyes (2013), Uhtred, el pagado (2014), El trono vacante (2015), Los guerreros de la tormenta (2016), El portador de la llama (2018) todas ellas publicadas en Narrativas históricas y prácticamente todas también publicadas en la colección económica de bolsilo Pocket-edhasa. Esta serie sobre la aventuras de Uhtred de Bebbamburg, lo ha ecumbrado a lo mas alto de la novela histórica y ha sido llevada a la televisión por la BBC (Netflix)

CAPÍTULO I

El capitán Henry Willsen, de la Media Compañía de Esbirros de Su Majestad británica, más formalmente conocido como el 50.º regimiento del Kent Occidental, bloqueóin extremis el sable de su oponente. Había armado atropelladamente el gesto. Al haber quedado muy baja, la mano izquierda había hecho que la hoja de su chafarote se elevara y adquiriera esa posición a la que los maestros de esgrima dan el nombre dequarte base, lo que explica que los espectadores avezados se percataran perfectamente de que la parada había sido bastante pobre. Un murmullo de asombro inquietó el aire, porque Willsen era bueno con la espada. Muy bueno. Había estado atacando, pero ahora se veía a las claras que no había acertado a prever con suficiente rapidez la contra de su espigado adversario y que no tenía más remedio que batirse desorganizadamente en retirada. El duelista de mayor estatura arreció en sus embestidas, barrió la cuarta baja y comenzó a batir el hierro de tal forma que Willsen se vio obligado a retroceder con tanta prisa que sus zapatillas rascaron el entarimado con un estridente chirrido entrecortado, pese a estar embadurnado a conciencia con jaboncillo de sastre. El propio grito del calzado sobre la madera deslizante era una confesión de pánico. El acero de los contendientes volvió a chocar con fuerza, el hombre alto dio un brusco paso adelante, haciendo relumbrar la hoja, que chillaba al extremo del brazo distendido al máximo, mientras Willsen, aparentemente desesperado, respondía a duras penas a aquel fraseo de armas, hasta que, de repente, con tan veloz aceleración que los asistentes apenas pudieron seguir el raudo arco del estoque, se hizo a un lado y dirigió el filo a la mejilla del competidor. Parecía una respuesta floja, ya que había sido más un golpe de muñeca que un alcance a fondo, pero la fuerza y la sorpresa del tajo habían sido tales que el grandullón perdió el equilibrio. Se tambaleó, con la mano izquierda desmayada, y Willsen aprovechó la ocasión para tocarle el pecho suavemente con la punta del acero hasta hacerlo rodar por tierra.

–¡Basta! –aulló el capitán de armas.

–¡Por los clavos de Cristo! –exclamó el caído antes de lanzar un golpe con la parte plana de la cuchilla a los tobillos de Willsen en un acceso de rabia. El triunfador frenó sin dificultad la finta ofensiva y se limitó a abandonar la sala.

–¡He dicho que ya está bien! –bramó de nuevo el aristócrata.

–¿Cómo demonios ha hecho eso, Willsen? –escupió lord Marsden mientras extraía la cabeza del casco de cuero acolchado de careta metálica que le había resguardado el rostro–. ¡Iba usted de culo y le tenía acorralado...!

Willsen, que había planeado toda la comedia tras realizar aquellaquarte basse deliberadamente lacia, respondió con una muda inclinación y añadió con sorna:

–¿Será tal vez que sólo me ha asistido la fortuna, señor mío...?

–Ahórrese la condescendencia, caballerete –soltó destempladamente lord Marsden mientras se incorporaba–. ¿Dónde ha estado el fallo?

–Se ha zafado muy lentamente de la sexta,1 señor.

–¡Vaya que sí...! –gruñó lord Marsden. Pese a ser un hombre orgulloso de su habilidad, tanto con el florete como con el sable, era muy consciente de que Willsen le había superado fácilmente al fingir el alocado gimoteo de quien retrocede. Su señoría miró con mala cara al rival, pero al darse cuenta de que se estaba mostrando grosero se rehízo, encajó el arma en hueco del sobaco y tendió la mano al ganador–. Es usted rápido, Willsen, jodidamente rápido...

El puñado de personas que asistían al choque aplaudieron aquella muestra de deportividad, haciendo resonar la atmósfera del Salón de Armas de Horace Jackson, un recinto sito en la londinense calle Jermyn al que acostumbraban a acudir los hombres pudientes para instruirse en las artes del pugilismo, la esgrima y el tiro con pistola. Se trataba de un vestíbulo de techos altos con espeteras para espadas y sables por todo mobiliario y una fragante mezcla de tabaco y linimento flotando en el ambiente. La decoración se limitaba a unos cuantos carteles con la imagen de distintos mastines, caballos de carreras y boxeadores profesionales. Las únicas mujeres de la sala eran las encargadas de servir bebidas y refrigerios a los parroquianos, o las que trabajaban en los cuartitos de la entreplanta asomada al vasto gimnasio, célebres por sus lechos blandos y sus elevados preci