: Shusaku Endo
: Escándalo
: Edhasa
: 9788435048767
: 1
: CHF 8.90
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 288
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
'Escánda o' se ha convertido con justicia en una de las novelas de mayor éxito internacional de Shusaku Endo, y ello no sólo por la fascinante imagen que ofrece de los barrios de placer de Tokyo, sino sobre todo por la profundidad con que planeta la cuestión de la identidad individual, así como por la alusión al gato negro de Edgar Allan Poe o la presencia de llamadas telefónicas anónimas, que han hecho correr ríos de tinta y que se han señalado como antecedentes de ciertos motivos de la narrativa japonesa más actual. Mediante la historia de Suguro, un escritor católico (como el propio Endo), y de su encuentro con Naruse, una viuda de mediana edad que solía excitarse sexualmente con los relatos que su esposo le hacía de las brutalidades durante su etapa como soldado en china. Shusaku Endo enfrenta al lector a una concepción asombrosa del sadomasoquismo y de la vida sexual en un sentido muy amplio. El relato de cómo un escrito prestigioso y de éxito se enfrenta a un escándalo sexual (intentando que su sufrida esposa no llegue a enterarse), a nadie dejará indiferente y lleva hasta el límite las cuestiones morales que se planeta.

Shûsaku Endô es uno de los grandes contemporáneos de la literatura japonesa. Después de graduarse en literatura francesa en la Universidad de Kio, estudió durante tres años en Lyon, becado por el gobierno japonés. Peteneciente a la llamada 'tercera generación', su obra se singulariza por recrear las experiencias y reflejar la vida de la minoría católica en Japón, con particular sensibilidad para explorar los grandes dilemas morales a que se enfrentan sus personajes. Sus novelas han sido traducidas al inglés, francés, ruso y sueco, entre otras lenguas, y le han hecho merecedor de algunos de los premios más importantes de su país (el Akutagawa, el Mainichi, el Sincho, el Tanizaki). Su vida y obra son las protagonistas del Museo Literario Shûsaku Endô (en Sotome, Nagasaki). Entre sus obras publicadas en Edhasa, podemos encontrar: 'Silencio', en la que Scorsese basó su película titulada con el mismo nombre, 'El samurai' y 'Escándalo'.

Dos

Suguro se hallaba conversando de su próxima obra con Kurimoto, que vestía como un banquero, con una elegante corbata. Aun cuando no hubiera proyectos de trabajo que tratar, Kurimoto, que no bebía ni fumaba, acudía invariablemente a visitar a Suguro. Parecía considerarlo un deber más de un director literario, y cada vez que Suguro veía aquel rostro serio y honesto pensaba cuánto mejor habría sido para Kurimoto dedicarse a dar clases en algún instituto.

De pronto, un aspirador se puso en marcha en la habitación contigua.

–¿Está aquí su esposa?

Evidentemente, a Kurimoto le había sobresaltado el ruido, pues creía que él y Suguro estaban solos en el estudio.

–No es mi esposa. Es una estudiante de instituto que hemos contratado. Está en segundo grado.

–¿Segundo grado?

Suguro le explicó con pormenores las circunstancias por las que Mitsu había entrado a trabajar allí, hablando en voz baja pese a que era imposible que Mitsu pudiera oírles desde la estancia de al lado con el estruendo del aspirador.

–Es más inocente de lo que parece. Dice que en Harajuku hay hombres que seducen a sus compañeras de curso.

Kurimoto permaneció en silencio unos instantes. Después, de pronto, preguntó:

–¿Qué hizo usted con la postal?

–¿La postal?

–La que le envié... Ya sabe, esa postal.

–¡Ah! Me deshice de ella, naturalmente. –Suguro había dado por supuesto que Kurimoto habría olvidado el incidente y, cuando el director literario le interrogó al respecto con aire solemne, la pregunta le pilló desprevenido–. No vi ninguna razón para acudir a la exposición.

–Casualmente, yo estuve allí. –Kurimoto volvió la mirada hacia los ojos de Suguro–. Creí mi deber descubrir qué clase de mujer era. Por si intentaba crearle más problemas.

–¿Y?

–Era cierto que inauguraban una exposición. Muy cerca de la calle Takeshita.

Kurimoto parecía haber visitado la galería de arte en un esfuerzo por proteger la reputación del escritor con el que trabajaba, pero Suguro no lo consideró un favor. Deseaba librarse del recuerdo del incidente en la recepción lo antes posible, y no tenía el menor deseo de que el tema surgiera de nuevo.

–¿Estaba allí la mujer?

–No. Había otra mujer con gafas al cuidado de la galería. Según dijo, ella también era pintora.

–¿Qué tipo de cuadros eran?

–Todos estaban cargados de sonido y de furia, y todos estimulaban al público. Había uno de un feto en el útero... En realidad, los cuadros tenían un aire grotesco, espectral. Algo inestables, indigestos...

–Así los imaginaba –asintió Suguro, a quien las descripciones de Kurimoto resultaban fáciles de concebir–. No era muy difícil de imaginar, a la vista del tipo de mujer que los ha pintado.

–Había un retrato de usted.

–¿Mío... ?

–Ella lo mencionó en la r