: Víctor Fernández Correas
: Mühlberg
: Edhasa
: 9788435048699
: 1
: CHF 9.80
:
: Erzählende Literatur
: Spanish
: 456
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
«Vine, vi, y Dios venció», tales fueron las palabras de Carlos V tras la batalla de Mülhberg. Porque Mülhberg fue algo más que una batalla: históricamente fue el punto más álgido del imperio, y a la vez el comienzo de la decadencia del emperador. Comienza esta historia en las riberas del río Elba. Una, ocupada por las tropas imperiales españolas, lideradas por Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba; la otra, por los luteranos, comandados por Juan Federico de Sajonia. Y pronto la fuerte corriente del Elba, envuelta entre la niebla, se manchará de sangre... Pero no es ésta sólo la novela de los hechos, crudos, latentes, vivos aún, si no la de personajes inolvidables, más allá de los grandes nombres que han pasado a la Historia: los soldados Cristóbal de Mondragón y su amigo Diego Cubero, que se enfrenta a la muerte con la ayuda de la prostituta Dorothea; Baltasar Carrillo, arcabucero gaditano sediento de matar luteranos, y su compadre, más cabal, Íñigo Mendizábal; el espía Norbert Bachmann, inteligente mercenario, o Barthel Strauchmann, habitante de Mülhberg a quien deberán los imperiales la victoria... Ellos son unos pocos, pero hay muchos más. Y vale la pena conocerlos. Víctor Fernández Correas se adentra en una época y unos personajes que conoce como si hubiera estado allí y nos transporta al siglo XVI con una fuerza e ímpetu de forma así inconcebible. Con prosa certera, diálogos ágiles y unos personajes vivos como pocos, es Mühlberg una novela que va mucho más allá del género histórico. Una Novela en mayúsculas y quizás la mejor novela sobre la batalla de Mühlberg y sobre Carlos I escrita hasta la fecha.

(Saint Denis, Francia, 1974) es hijo de la emigración, pero extremeño de cuna. Profesionalmente, se dedica al periodismo, a la consultoría de comunicación, a la gestión de redes sociales y tecnologías de la información. La Historia y la Literatura son sus grandes pasiones. Tras una breve inclursión en los relatos, su primera novela fue La conspiración de Yuste (La Esfera de los Libros, 2008), primera inclursión en Carlos I de España y V de Alemania, cuya compañía frecuenta siempre que puede. Posteriomente, ha publicado La tribu maldita (Temas de Hoy, 2012) y Se llamaba Manuel (Versátil Ediciones, 2018). Ha participado en diversas antologías y sigue escribiendo relatos y artículos variados además de colaborar con la revista literaria Pasar Página.

Capítulo 2

MANERAS DE MIRAR

A una decena de pasos de la tienda de Juan Federico de Sajonia.En ese mismo momento

Paul Jamintzer da un trago al pellejo de vino que le ha tendido Lazarus Heynen. Están sentados en el suelo al pie de la tienda que comparten con otros dos soldados. La luz mengua y la humedad del río se hace notar; ha venido para quedarse una niebla que no tardará en espesar.

–Habrá que pensar en encender una fogata para calentarse un poco –propone el segundo al primero después de dar un trago al pellejo–. ¡Tiene pinta de que esta noche hará un frío de mil demonios! Y habrá que comer algo, ¡digo yo! –añade.

–¿De dónde habéis sacado el pellejo? –le pregunta el otro.

Lazarus compone una sonrisa divertida, hasta cierto punto traviesa.

Veintiún mayos le contemplan, aunque aparente menos edad por las pecas que pespuntean su cara de pillo. Y, sin embargo, su mirada aceitunada ha visto ya algunos horrores.

Paul niega con vehemencia.

–No es manera de hacer las cosas, Lazarus.

El aludido se echa otro trago de vino al coleto. Después, ríe.

–¡Vamos, Paul! ¡Esta gente no se va a morir por un pellejo de vino de más o de menos! ¡Además, son nuestros enemigos!

–Es gente como vos y como yo, no nos ha hecho nada. No luchamos contra ellos, sino contra su señor. Él es nuestro verdadero enemigo. Y son muchos los que piensan como nosotros. Además, si estuvierais en su piel, ¿os gustaría que vinieran a robaros a vuestra propia casa?

Lazarus arroja el pellejo al suelo, soliviantado. Dedica una mirada un tanto enfadada a su compañero.

Paul lo recoge, lo limpia con cuidado y lo mete dentro de la tienda. Después vuelve a sentarse junto a aquel soldado.

–¿Cuántas veces habéis pensado que éste ya no es vuestro sitio? –le pregunta Lazarus, sin mirarlo. Está concentrado en un punto indeterminado, al que dirige todo su malestar.

Paul deja escapar una sonrisa alicatada de hastío hasta el techo.

–Dejadlo.

–A veces no os entiendo, ¡y mirad que os aprecio! ¿Por qué no os marcháis ya? ¡Vuestra actitud es negativa para los demás!

Paul mira en derredor. Allí está reunido lo que queda del ejército de Juan Federico de Sajonia. No lejos, atisba la silueta del cercano castillo, al pie de un antiguo brazo del río Elba, junto al que está desplegado el campamento; y más allá, a algo menos de un cuarto de legua, se levanta la villa de Mühlberg.

Al fin, centra la mirada en el joven que tiene delante. La juventud, cavila en silencio antes de espirar con languidez el aire que tomó antes.

«Divina juventud».

Paul no le va a contestar, aunque sepa la respuesta.

Se mira su ropa, llena de manchas después de tantos meses de campaña; desprende un olor que haría reclamar respeto por sus derechos a cualquier cerdo. Lleva el pelo rubio largo, y en su rostro destacan un mostacho frondoso y una sempiterna expresión melancólica.

–¿Os cruzasteis con alguien por las calles del pueblo? –le pregunta, en cambio.

–¡Están casi todos escondidos! Salvo algunas personas en una taberna, el resto no sale de sus casas.

–¿Lo haríais vos, a sabiendas de que una turba de soldados llega a vuestro pueblo y os roba vuestros cerdos, vuestros pollos, vuestros conejos, vuestros caballos o vuestro vino?

–¡Ni se atreverían conmigo! –replica Lazarus, haciéndose valer sacando un cuchillo.

–No se atreverían con vos..