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Introducción
Este es un libro sobre arte y dinero, sobre la conexión entre ambos y sobre cómo esa relación está cambiando y transformando a su vez el arte. Es un libro sobre cómo los artistas —músicos, escritores, artistas visuales, creadores de cine y televisión— se ganan la vida, o lo intentan con dificultades, en la economía del sigloXXI.
Algunas anécdotas:
Matthue Roth es un escritor de memorias judío jasídico, autor de libros infantiles y de novelas juveniles, escritor de cuentos, poeta deslam, diseñador de videojuegos, bloguero, creador de fanzines, columnista y guionista que una vez salió con una trabajadora sexual no judía, actuó en Broadway con el grupo de poetas DefPoetry Jamyse convirtió en el único miembro masculino de Sister Spit, un colectivo feminista despoken word[1]de San Francisco, donde ha preparado la cena delshabbospara las Riot Grrrls. Sus libros tienen títulos comoYom Kippur a Go-Go,Never Mind the GoldbergsyMy First Kafka(uno de los libros infantiles). Roth, hombre dulce, casi infantil, escribe en pequeños cuadernos durante el viaje de una hora entre Manhattan y Brooklyn, donde vive con su mujer y sus cuatro hijos. Si se le ocurre una idea durante elsabbat(y se le ocurren ideas sin parar), tiene que esperar hasta que se hace de noche para anotarla.
La mayor parte de las cosas que hace Roth le rinden poco o nadade dinero. Cuando en 2004 vendió su primera novela por diez mil dólares, la suma era aproximadamente el doble de lo que había ganado el año anterior. En 2016, después de trabajar en la producción de contenidos de vídeo para un sitio web judío, en la creación de videojuegos para una compañía de tecnología educativa y en la escritura desketchesrelacionados con la ciencia para la organización independiente sin ánimo de lucro Sesame Workshop, Roth respondió a una oferta de empleo poco explícita en la página de Facebook de un pequeño grupo de escritores de guiones y narraciones para videojuegos del área de Nueva York. Resultó ser para un trabajo en Google. Como escritor creativo. Su primer puesto allí fue como miembro del «equipo de personalidad» para Google Assistant, escribiendo líneas de diálogo e ideando «Easter eggs»: bonos y chistes sorpresa.
«Cuando conseguí el trabajo en Google, muchos de mis amigos dijeron: “¡Lo has conseguido, ahora a darse la vida padre!” —me explicó Roth—. También yo lo creí así durante una semana y media». Pero el empleo resultó ser por contrato temporal, sin prestaciones: una buena suma de dinero para sus jóvenes compañeros de trabajo solteros, menos buena para alguien cuya familia gasta unos treinta mil dólares al año en seguros médicos. Podían renovarle con contratos de tres a seis meses, con una limitación por ley estatal de dos años en total. Cuando hablamos, ya llevaba año y medio trabajando allí. Y se enfrentaba a otro eslabón decisivo. «Casi treinta y nueve y medio —respondió cuando le pregunté la edad—. Cada día soy menos joven». Roth se comparó con el «Océano de la Fantasía», el narrador de la novela infantil de Salman RushdieHarún y el Mar de las Historias, cuyo «Grifo de las Historias» se seca un día. «Me aterroriza que llegue un momento en que mi cerebro se apague o tenga demasiado miedo a inventar constantemente ideas nuevas y emocionantes», dijo, lo que haría que, al borde de la mediana edad, se encontrara sin la posibilidad de seguir trabajando como persona creativa.
Lily Kolodny (nombre ficticio) es, desde cualquier punto devista, una joven ilustradora de éxito. Su encantador estilo aniñado e ingenuo le ha valido que Penguin Random House, HarperCollins, elNew York Times, elNew Yorkery muchas otras editoriales y publicaciones conocidas le hayan asignado encargos. «Mis amigos siempre me dicen: “¡Qué suerte tienes! Has encontrado lo que sesupone que debes hacer” —me explicó—. Cuando estoy convencidade mi talento, me siento como si estuviera en la cresta de la ola, segura de lo que estoy haciendo. Sé que hago lo que debo hacer».
Al mismo tiempo, a Kolodny le consume la ansiedad por la cuestión económica. «Siempre he sobrevivido, sin más —me aseguró—. En realidad, no tengo nada ahorrado».