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La tercera frontera
«La frontera se ha ido. Murió con las botas puestas».
M. R. MONTGOMERY
En mi estantería hay un ejemplar del libroShelters, Shacks and Shanties, escrito en 1915 por Daniel C. Beard, un ingeniero civil que sehizoartista, y que es más conocido por ser uno de los fundadores de los Boy Scouts en los Estados Unidos. Durante medio siglo, escribió e ilustró una serie de libros sobre actividades al aire libre.Shelters, Shacks and Shanties[Refugios, cabañas y chozas] es uno de mis libros favoritos porque, en especial con sus dibujos a plumilla, Beard representa una época en que la experiencia dela naturaleza que tenía una persona joven no se podía separar dela visión romántica de la fronteraestadounidense.
Si tales libros se publicaran ahora por primera vez, se considerarían pintorescos y políticamente incorrectos, como mínimo. Iban dirigidos a muchachos adolescentes. El género parecía implicar que ningún chico que se respetara a sí mismo podía disfrutar de la naturaleza sin cortar todos los árboles que pudiera. Pero lo que mejor define a estos libros, y la época que representan, es la creencia no cuestionada de que estar en la naturaleza tenía que ver conhacer algo, con una experiencia directa… y no con ser un espectador.
«Los niños más pequeños pueden construir algunos de los refugios más sencillos y los mayores pueden centrarse en los más complicados —escribió Beard en el prólogo deShelters, Shacks and Shanties—.[3] El lector puede, si quiere, comenzar con la primera (cabaña) e ir subiendo en dificultad con las casas de troncos; al hacerlo estará siguiendo de cerca la historia de la humanidad, porque, desde que nuestros ancestros arbóreos con dedos prensiles en los pies corrían deprisa entre las ramas de los bosques preglaciares y construían en los árboles refugios similares a nidos, los hombres se han construido cabañas como refugios temporales». Pasa entonces a describir, por medio de palabras e ilustraciones, cómo un muchacho podría construir unos cuarenta tipos de refugios, incluyendo la casa en el árbol, el refugio Adirondack, el Wick-Up, el tipi de corteza de árbol, el Pionero y el Scout. Cuenta «cómo construir una cabaña Beaver-mat» y «una casa de hierba». Enseña «cómo partir troncos a lo largo, hacer tejas de madera, estacas o listones» y cómo hacer una cabaña en torno a un poste central, cerrojos secretos, un fuerte subterráneo y, curiosamente, «cómo construir una cabaña de troncos oculta dentro de una casa moderna».
Probablemente el lector actual se sentiría impresionado por el nivel de ingenio y habilidad requerido, así como por lo arriesgado de algunos de los diseños. En el caso de la «casa subterránea ohogan original del niño estadounidense», Beard insta a la cautela. Durante la construcción de tales cuevas, admite, «existe siempre el peligro serio de que se derrumbe y asfixie a los pequeños trogloditas, pero unhogan subterráneo bien construido evita toda probabilidad de tales accidentes».
Adoro los libros de Beard por su encanto, la época que evocan y el arte perdido que describen. De pequeño, construí versiones rudimentarias de estos refugios, cabañas y chozas —incluyendo fuertes subterráneos en los campos de maíz y sofisticadas casas de árbol con entradas secretas y una vista de lo que yo me imaginaba que era la frontera, que se extendía desde la calle Ralston hasta más allá del confín del mundo edificado conocido—.
Cerrar una frontera, abrir otra
En el transcurso de un siglo, la experiencia estadounidense de la naturaleza —que ha ejercido su influencia cultural en el mundo— ha evolucionado del utilitarismo directo al desapego electrónico, pasando por el apego romántico. Los estadounidenses no han cruzado solo una frontera, sino tres. La tercera frontera —en la que están creciendo los jóvenes de hoy en día— representa adentrarse en lo desconocido tanto como lo que Daniel Beard experimentó en su momento.
El cruce y la transcendencia de la primera frontera se pusieron de manifiesto en 1893, durante la Exposición Colombina Mundial de Chicago —una celebración del cuarto centenario de la llegada de Cristóbal Colón a las Américas—.[4] Allí, en una reunión de la Asociación Americana de Historia en esa ciudad, el historiador de la Universidad de Wisconsin Frederick Jackson Turner presentó su «tesis de la frontera»,