: Luigi Giussani
: Seguros de pocas grandes cosas (1979-1981) Los Équipes
: Ediciones Encuentro
: 9788490552629
: 1
: CHF 8.40
:
: Christentum
: Spanish
: 424
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB/PDF
'El que lea estas conversaciones ---escribe Julián Carrón en el prólogo--- se verá llevado de la mano por su humanidad palpitante a la profundidad de un desafío apasionante'. Ese desafío no es más que la propia vida, el camino más difícil y bello que debemos recorrer día a día. Lecturas tan valiosas como la de Seguros de pocas grandes cosas nos ayudan, sin duda, a dar pasos más certeros, pues 'camina el hombre cuando sabe bien adónde va'.

Luigi Giussani (1922-2005), sacerdote milanés, es el fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación. Cursó sus estudios en la Facultad de Teología de Venegono, donde será profesor durante algunos años. En los años cincuenta abandona la enseñanza en el seminario para dar clases en un instituto de enseñanza media de Milán, el Liceo Berchet, donde permanecerá hasta 1967. Desde 1964 hasta 1990 enseña Introducción a la Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán. Educador infatigable, Giussani publicó en el transcurso de su vida numerosos ensayos pues, como él mismo dijo, 'sólo a través de la educación se construye un pueblo como conciencia unitaria y como civilización'. En particular, quiso mostrar 'la razonabilidad y utilidad para el hombre moderno de esa respuesta al drama de la existencia que lleva por nombre 'acontecimiento cristiano'', ofreciendo dicha respuesta 'como sincera contribución para una verdadera liberación de los jóvenes y de los adultos'. Como reconocimiento a su labor, en 1995 recibió el Premio Nacional para la Cultura Católica y, en diciembre de 1997, su libro El sentido religioso fue presentado en la ONU. Falleció en Milán el 22 de febrero de 2005. Siete años después, el 22 de febrero de 2012, se anunció públicamente la apertura de su causa de beatificación. Encuentro ha publicado casi todas sus obras en español.


PRÓLOGO
EL CAMINO PARA UNA FE PROFUNDA Y PERSONAL



¿Conviene ser cristianos? ¿Permite la fe vivir la realidad sin censurar ni renunciar a nada?

Estos interrogantes emergen potentemente como el corazón de la preocupación educativa de don Giussani en los diálogos con los estudiantes de Comunión y Liberación durante los años 1979-1981, que recoge este segundo volumen de los Equipes,Seguros de pocas grandes cosas. Lo que guía a don Giussani a la hora de responder a las preguntas de sus jóvenes amigos es siempre la exigencia de que su interlocutor se vea acompañado –jamás sustituyendo su libertad– en la verificación en primera persona de la conveniencia de la «pretensión cristiana». Sin ella, en efecto, resulta imposible aguantar el golpe de las circunstancias. Recordemos que aquéllos fueron años marcados por una lucha ideológica sin cuartel y también por una hostilidad hacia las personas de CL que llegaba a la violencia física. Sin una razón adecuada para creer, ¿quién habría podido resistir? Aquel ‘movimiento’ perdura también ahora.

En uno de los pasajes centrales de su intervención en la memorable audiencia con ocasión de XXV aniversario del reconocimiento pontificio de la Fraternidad de Comunión y Liberación, Benedicto XVI nos invitó a vivir una «fe profunda, personal y firmemente arraigada en el Cuerpo vivo de Cristo […] que garantiza la contemporaneidadde Cristo con nosotros» (Roma, Plaza de San Pedro, 24 de marzo de 2007).

Las páginas de este libro muestran a un don Giussani empeñado en el camino de esta personalización. Ya desde elEquipe de junio de 1979 él advierte «un fermento nuevo» entre los jóvenes, «una actitud más consistente» y «una mayor disponibilidad», que se expresa, en primer lugar, como «entusiasmo por la fe, por el acontecimiento de Cristo, [que] constituye la unidad de la persona»; y, en segundo lugar, como reclamo al hecho de que «la fe se pone en juego en la realidad» (p. 24).

Compartiendo el camino con los universitarios a fondo, observa en sus relatos cómo también emergen las dos grandes tentaciones a las que cedía fácilmente ese entusiasmo, sin duda verdadero, pero todavía inmaduro: la abstracción y la reactividad. Decía, por ejemplo, en 1980: «Si estamos aquí es porque tenemos fe cristiana. Por lo tanto, teóricamente, intencionalmente, hemos reconocido que hay algo más fuerte que nosotros, pero queda a nivel de intención, es decir, sigue siendo abstracto. ¿Qué significa abstracto? Es abstracto lo que no tiene que ver con la trama de intereses en que se juega, en el tiempo y en el espacio, el sentimiento que tenemos de la vida y de nosotros mismos» (p. 168).

Don Giussani no nos ha dado jamás tregua ante este desafío, que también hoy nos alcanza a través de estas páginas: la fe tiene que ver con los intereses de la vida; de lo contrario, ¿de qué nos serviría? Sería pura teoría, discurso correcto, pero ajeno a la existencia del yo y, por lo tanto, a la larga, inútil: en vez de alimentar la certeza en la vida, daría lugar al escepticismo.

Leamos con qué intensa experiencia describe don Giussani el alcance del hecho cristiano: «Cuando la verdad cae como una espada sobre nuestra vida, la hiere y la obliga a cambiar, a renovarse, aunque no lo consigamos. Es necesario custodiar, favorecer, cuidar esta herida, aunque no se logre cambiar: cuidarla, de manera que nos moleste, porque no hay nada más hermoso que esta molestia, nada más hermoso que este dolor. Un dolor que es como una herida abierta, que es la puerta por la que entra en nuestra vida la verdad, y en nosotros el amor a ella» (p. 115). «Herido», con este mismo término se expresaba el entonces cardenal Ratzinger al hablar de don Giussani el día de su funeral, repitiéndolo luego en la Plaza de San Pedro. Herido po