: Amy-Jill Levine
: Relatos cortos de Jesús Las parábolas enigmáticas de un rabino polémico
: Editorial Verbo Divino
: 9788490732267
: 1
: CHF 15.80
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: Religion/Theologie
: Spanish
: 392
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Jesús era un ingenioso narrador y un maestro intuitivo que usaba imágenes de la vida cotidiana para suscitar el interés el su mensaje sobre el reino de Dios. Pero la vida en Galilea y Judea en el siglo I era muy diferente a la nuestra, y numerosas interpretaciones tradicionales de los relatos contados por Jesús no solo ignoran esta diferencia, sino que también les imponen a menudo importantes puntos de vista antijudíos y sexistas. Como escribe la eminente biblista Amy-Jill Levine en esta obra: 'Jesús exigía a sus discípulos no solo que escucharan, sino que también pensaran. Lo que convierte a las parábolas en un misterio, o una dificultad, es que nos desafían a indagar en los aspectos ocultos de nuestros valores, de nuestra vida. Sacan a la superficie preguntas no hechas y revelan las respuestas que siempre hemos conocido pero que nos oponemos a reconocer. La religión ha sido definida como una realidad concebida para consolar a los afligidos y afligir a los que viven cómodamente. Actuamos bien al pensar que las parábolas de Jesús están destinadas a afligir. Por consiguiente, si al oír una parábola pensamos «me gusta sinceramente» o, peor aún, no percibimos ningún desafío, entonces es evidente que no estamos oyendo suficientemente bien'. En este riguroso, entretenido e instructor libro, Levine analiza las parábolas más conocidas de Jesús, poniendo al descubierto sus profundidades ocultas, sacando a relucir sus interpretaciones erróneas y mostrando cómo pueden seguir desafiándonos y provocándonos dos mil años después.

Introducción


¿Cómo se domestican los relatos provocadores de Jesús?


Las parábolas, los relatos, algunos formados solo por una frase o por dos, se consideran a menudo el sello distintivo de la enseñanza de Jesús. En este sentido dice Mc 4,33-34: «Con estas y otras muchas parábolas les anunciaba Jesús el mensaje, en la medida en que podían comprenderlo. Y sin parábolas no les decía nada. Luego, a solas, se lo explicaba todo a sus discípulos». Se han conservado pocas de estas explicaciones en privado, por lo que la muchedumbre tenía que encontrar su propia forma de entenderlas, al igual que nosotros tenemos que hallar la nuestra.

Es muy positivo que las interpretaciones, en el caso de que Jesús las diera, no hayan llegado hasta nosotros. Con sabiduría, los evangelistas dejaron las parábolas como relatos abiertos para que nos involucráramos en ellos. Cada lector oirá un mensaje distinto y se percatará de que la misma parábola ha suscitado múltiples impresiones a lo largo del tiempo. Inevitablemente, unos destinatarios diferentes oyen mensajes diferentes, al igual que en la actualidad quien es pobre o está enfermo hará una interpretación diferente del relato del rico y de Lázaro que quien trabaja en la bolsa de valores o consigue crédito en un lujoso centro comercial. La parábola del hijo perdido transmitirá a los padres unos matices distintos que a los hijos, y al irresponsable y al mimado –si es que este presta atención– también distintos que al fiel y no tenido en cuenta. Reducir las parábolas a un solo significado destruye su potencial estético y ético. Este exceso de significado es idéntico al de la poesía y al de la narración, y resulta altamente positivo.

En efecto, puede ser positivo que no tengamos las explicaciones que oyeron y recordaron los discípulos de Marcos. Los Doce, pese al mandato que les dio Jesús, no llegan a entenderlo habitualmente. No comprenden la parábola del sembrador, y Jesús se desespera por su falta de comprensión de otras parábolas: «Y Jesús les dijo: “¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo entenderéis entonces todas las parábolas?”» (Mc 4,13). Su falta de entendimiento se muestra cuando Jesús les pide que den de comer a la muchedumbre y ellos le responden con sarcasmo: «¿Tenemos que ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» (6,37). Tras los milagros de alimentación, Jesús les advierte: «Tened cuidado con la levadura de los fariseos y con la levadura de Herodes» (8,15). Y los discípulos se dicen entre sí: «Será porque no tenemos pan». No solo se olvidan de que Jesús puede proporcionar comida, sino que también han pasado por alto las implicaciones del mensaje metafórico de Jesús. Sin duda, lo que les inquietó al oír la parábola de la levadura era saber si la masa no tenía gluten.

Aunque Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran pescadores expertos, se asustaron ante la posibilidad de naufragar por una tormenta, y Jesús –que se había quedado dormido en la embarcación– tiene que reprenderles por su falta de fe (Mc 4,40). Dudan de que sea consciente de sus poderes de sanación (5,31); no comprenden su argumento de que «no hay nada exterior a una persona que entrando en ella pueda contaminarla, sino que lo que contamina es lo que sale de ella» (7,15); Pedro critica su misión, y Jesús le responde llamándole «Satanás», que no es precisamente un cumplido (8,33); tratan de impedir que los padres y los cuidadores lleven a sus hijos a Jesús (10,13-16) a pesar de que él les exhorta a acoger a los niños (9,37); Judas lo traiciona (14,45); Pedro, Santiago y Juan se quedan dormidos mientras él sufre agónicamente en Getsemaní (14,37); luego Pedro lo niega (14,68) y todos huyen de la c