: Alberto Quintana
: Desórdenes Volumen III
: Editorial Bubok Publishing
: 9788468562797
: 1
: CHF 3.20
:
: Geschichte
: Spanish
: 606
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Piezas que no encajan es un ensayo irreverente que nace de la perplejidad. Del estupor que provoca este tiempo en el que vivimos, próximos a inteligencias artificiales o quién sabe qué otra clase de distopías sofisticadas. La vida real sin embargo no es virtual y en ella nos rodean muchas historias que de ninguna manera encajan en el cuento que nos han contado. El propósito de estos libros es mostrar algunos ejemplos. Se trata de una tarea laboriosa, porque el rigor exige recorrer con el dedo sus aristas. Para hacerlo el texto baraja sin rubor materiales de registros muy diferentes; así, la prosa resplandeciente de Julio Cortázar o la ironía lúcida de Vázquez Montalbán se mezclan con naturalidad -entre periódicos, recuerdos y libros de historia- con notas de Carl Schmitt y versos de Javier Krahe. La trilogía cierra con Desórdenes, un volumen un poco diferente. En cierta manera complementario. A diferencia de los anteriores, la narración toma distancia de los acontecimientos históricos para fijarse en un puñado de piezas problemáticas por las cuales acostumbramos a pasar de puntillas. El propósito es llamar la atención sobre la enorme cantidad de desorden que aparece en ellas a poquito que uno rasque. Son aspectos esenciales que forman parte de la urdimbre con la que todos armamos nuestra vida. Así, en él se repasan la melancolía, la política, el sexo, la independencia de Puerto Rico, la muerte o la locura. Entre otros personajes, los antropólogos Lévi-Strauss y Branislava Susnik contribuyen a aderezar el relato. Alberto Quintana tiene publicados varios ensayos. También una novela y un par de libros de poesía.

Alberto Quintana nació a mediados de los 60. Después de haber trabajado siete años en Madrid como terapeuta familiar y técnico en salud mental, en 1994 decide dejar España y marcha a buscar empleo en Centroamérica. Desde entonces y hasta 2021 ha repartido su tiempo entre América Latina y África Subsahariana. En El Salvador se ganó la vida como documentalista y corrector de estilo, en Mozambique trabajando para Naciones Unidas, y a partir de 2002 ha sido responsable de la cooperación española en Angola, Namibia, Paraguay y Guinea Ecuatorial. Ha publicado poesía y textos de ensayo y de ficción. Su último trabajo es la trilogía Piezas que no encajan.

Las palabras

Mágicas y fundantes

…apenas has sentido ya viene lo otro, vienen las palabras …no, no son las palabras, es lo que está en las palabras; esa especie de cola de pegar, esa baba.10

Me gustaría comenzar con una patada al pecho. Planteando la idea de que el lenguaje constituye un esfuerzo inútil por tapar el desorden de las cosas. Para ello hubiese sido estupendo arrancar el capítulo con una cita deLas palabras y las cosas, el libro de Michael Foucault -el título encaja, es un autor de culto y viste mucho todo lo que toca-; pero, aunque lo haya citado alguna vez, admito que jamás lo leí. A veces pasa.

ElGénesis, que sí he leído, sostiene que al principio el mundo era una confusión. Hasta que llega dios y le pone orden a todo a través del lenguaje. Lo cantaba Carlos Puebla, llegó el comandante y mandó parar:…y llamó a la luz ´día´, y a las tinieblas ´noche´. Hubo así tarde y mañana …y todo eso.

Quien lo haya escrito comprendía que la acción divina es una clasificación. Dios da vida al mundo ordenándolo, marcando límites y alrededores (que ésa es precisamente la definición dedefinir, valga la redundancia). El primer acto de fe de los cristianos consiste en creer que bastó esa/ese orden para acabar con el caos. Pero, ¿…y si no hubiera sido así?

No son solo los cristianos (aunque ellos sean los más poderosos); para los guaraníes la palabra también es la vida misma -lo es todo-. Por eso para suicidarsetradicionalmente eligen el ahorcamiento; es decir, oprimirse la garganta hasta matar la palabra.11 La palabra… ¿no le suena en nuestra tradición cristiana aquello delverbo divino, que además se hizo carne?

Lo mismo sucede, a poquito que nos fiemos de los antropólogos, en las creencias de los guayakíes (oachés), para quienes la palabra -desprovista de significado- remite a la trascendencia y se convierte en algo sagrado que no tiene traducción posible.12

El poder, pues, sale de la boca humana. Y no de la boca del fusil, como decía el cafre de Mao.

Seguro que hay muchos otros ejemplos religiosos que sugieren que loshombres no hablamos, sino quesomos hablados. Pero como me he ido demasiado arriba y es preferible bajar el listón de lo teológico al nivel del suelo, sin entrar en metáforas´que habiten entre nosotros´ asumo que son las palabras las que estructuran nuestro pensamiento. Las que hacen posible producirlo, y tambiénreproducirlo. Así como hablemos seremos capaces de pensar (y por eso será un drama que nuestros hijos no adquieran el suficiente vocabulario; porque si no pueden matizar su discurso tampoco van a poder afinar sus reflexiones, y será por tanto más fácil que los manipulen y luego pase lo que pasa).

Sin palabras no hay conceptos. Y hablar de manera diferente implica pensar de manera diferente. No es lo mismo hacerlo en español que en mandarín. Hay lenguas por ejemplo en las que la palabrareligión no existe. Pensar en eso provoca un poco de vértigo.

Lo decía Malinowski: la realidad es una creación social construida por el lenguaje. También lo han dicho Berger y Luckmann -hay que ver qué suerte llamarse así-.13 Y eso que ninguno de ellos conocióSecond life, Pokemon GO ni ninguna otra de tantasconstrucciones paralelas y virtuales.

Bartomeu Meliá lo complementa de una manera bonita -es digno de admirar lo bien que escribe-. Meliá es uno de los sabios vivos (en el momento en que escribo estas líneas, pero está mayorcísimo) que más sabe de todo esto. Y se esfuerza en explicarlo:

…el lenguaje no es un tubo por el que circulan palabras, sino un esófago donde se digieren experiencias.

En cualquier texto tiene siempre mayor importancia lo que provoca que lo que contiene, y eso depende más delreceptor que delemisor (del lector que del autor). Lo provocado tendrá directamente que ver con las experiencias a que Meliá se refiere -lo único que permite aprender es la experiencia-. El que le