: Luigi Giussani
: Toda la tierra anhela ver tu rostro
: Ediciones Encuentro
: 9788490558607
: 1
: CHF 8.10
:
: Christentum
: Spanish
: 196
: DRM
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Meditaciones sobre los himnos, cánticos y oraciones de la liturgia de las horas Este libro, de intensa belleza y extraordinaria modernidad, permite recorrer al lector el camino de la oración, teóricamente abierto a todos, pero transitado con gran dificultad por los hombres de este tiempo, que han perdido el sentimiento de ser criaturas. Su autor, Luigi Giussani, presenta y comenta una amplia selección de oraciones, himnos y cánticos de la liturgia cristiana (gregorianos, trapenses, de la tradición), permitiéndonos contemplar, a través de sus meditaciones, en qué medida la oración es el punto medular de la conciencia de uno mismo y la postura más auténtica frente a Dios. 'Como reza la antífona: Toda la tierra anhela ver tu rostro. Pero la tierra no anhela nada, la realidad no anhela nada. ¿A qué viene que use este verbo? ¿A quién se refiere? A la conciencia del hombre, a mi conciencia. Toda la tierra se refleja en mi conciencia; es mi conciencia la que puede expresarse en deseo. En mí la tierra entera se hace consciente de Él'. Esta toma de conciencia de Su presencia 'es la iniciativa a la que estamos llamados cada mañana. Y así como las olas se rompen contra la roca impertérrita e inamovible, así deben quebrantarse nuestros resentimientos, carencias, pecados, todo lo que nos falta o lo que creemos que nos falta, todo lo que el mundo añora'.

Luigi Giussani (1922-2005), sacerdote milanés, es el fundador del movimiento eclesial Comunión y Liberación. Cursó sus estudios en la Facultad de Teología de Venegono, donde será profesor durante algunos años. En los años cincuenta abandona la enseñanza en el seminario para dar clases en un instituto de enseñanza media de Milán, el Liceo Berchet, donde permanecerá hasta 1967. Desde 1964 hasta 1990 enseña Introducción a la Teología en la Universidad Católica del Sacro Cuore de Milán. Educador infatigable, Giussani publicó en el transcurso de su vida numerosos ensayos, pues como él mismo dijo, 'sólo a través de la educación se construye un pueblo como conciencia unitaria y como civilización'. En particular quiso mostrar 'la razonabilidad y utilidad para el hombre moderno de esa respuesta al drama de la existencia que lleva por nombre'acontecimiento cristiano'', ofreciendo dicha respuesta 'como sincera contribución para una verdadera liberación de los jóvenes y de los adultos'. Como reconocimiento a su labor, en 1995 recibió el Premio Nacional para la Cultura Católica y, en diciembre de 1997, su libro El sentido religioso fue presentado en la ONU. Falleció en Milán el 22 de febrero de 2005. Siete años después, el 22 de febrero de 2012, se presenta la petición de apertura de su causa de beatificación y canonización, que es aceptada por el Arzobispo de Milán. Encuentro ha publicado casi todas sus obras en español.

ANTES QUE ROMPA EL ALBA


Antes que rompa el alba

velamos en la espera,

lo creado calla y canta

en el silencio el Misterio.

Nuestra mirada busca

un rostro en la noche,

del alma a Dios se eleva

más límpido el deseo.

La sombra se retira

frente a la luz que viene,

florece la esperanza

del día que no muere.

Clarea ya la aurora,

nos llenará de luz,

tu gran misericordia,

oh Padre, nos de vida.

Y este nuevo día

que el alba nos anuncia

dilate en todo el mundo

el reino de tu Hijo.

A ti, oh Padre santo,

a tu único Verbo,

al infinito Amor

sea gloria por los siglos. Amén[49].

I

Antes que rompa el alba velamos en la espera. En la oscuridad que envuelve todas las cosas antes de que el alba rasgue la oscuridad que cubre el mundo, late la espera del corazón. Porque el corazón humano espera, fue concebido y creado como espera. Como una madre concibe a su criatura, así concibe Dios a nuestro corazón como espera. En el silencio de las cosas, cuando ninguna forma se ha delineado aún, ningún objeto se ha definido, hay como un canto en nosotros que precede a la luz. Antes que salgan de nuestra boca las palabras de la oración matutina vibra la espera del corazón que, orientada naturalmente a su destino, arde en esperanza. Estamos por naturaleza puestos en el mundo como espera.

Lo creado calla y canta en el silencio el Misterio. Lo creado no articula todavía sus palabras, pero insinúa la raíz de todas ellas; una raíz profunda que, desde el velo oscuro de la noche, busca un camino en nosotros para salir a la luz e iluminar el mundo. Cada mañana Dios traza así su senda.

Nuestra historia no es algo casual al albur de circunstancias que marcan una dirección predeterminada; es más bien un diálogo entre quien hace el corazón humano —y por tanto nos llama en cada instante a la verdad, al amor, a la belleza, a la felicidad— y la disponibilidad de nuestro corazón. Porque el hombre es libre y está llamado a la vida. Pero puede buscar la muerte. Como dice la Escritura, hecho para la vida, busca la muerte[50].

Por más que brame la ira o gruña la acusación a los demás, el dar por supuesto, el empeño en defender la mezquindad, lo que nos conviene o que creemos que es lo mejor (lo cómodo, la satisfacción inmediata), podemos seguir impertérritos durante mucho tiempo. ¡Cuántos días, semanas, meses podemos seguir así! ¡Cuánto tiempo permanece seco el manantial de la conciencia!

Así es como dejamos que el pecado, es decir, la elección de la mentira, fluya subrepticiamente hasta los ámbitos más recónditos de nuestra personalidad, sensibilidad y obra. Tened cuidado, porque estar en la mentira puede llegar a definir nuestros días más que el bien para el que se nos concede el tiempo.

No podemos considerar nada con verdad sin partir de la conciencia de ser pecadores, de que cedemos culpable y conniventemente al ídolo del egoísmo y de la satisfacción inmediata. Lo digo una vez más: sin partir de la conciencia de ser pecadores no podemos ser auténticos, no queda nada que pueda conmovernos de modo verdadero, ¡nada! Por eso, sólo si tomamos conciencia de lo que somos,se eleva a Dios más límpido el deseo.

En el principio, pues, está el Misterio. En principio era el Verbo. El Verbo, la Palabra de Dios es lo que da el significado a todo, de lo que todo está constituido. Y sin embargo la Palabra es el Misterio por excelencia.

No es cosa nuestra lo que necesitamos para vivir. Cuando resuena en mi conciencia, esta afirmación tiene una consecuencia práctica, purifica la actitud que asumo ante el día que me espera. Lo que necesitamos para vivir no es nuestro. Lo cual significa que nosotros no somos nuestros. ¿De quiénes somos entonces? ¿De quién es lo que necesitamos para vivir? ¿De dónde nos viene?

II

Velamos en la espera. Velar coincide ya con esperar. Velar es esperar. De hecho deriva del verbo latinovigilare, que se refería a los centinelas que rondaban de noche sobre las m