: Anónimo
: La estrella de Sevilla
: Linkgua
: 9788498975390
: Teatro
: 1
: CHF 2.20
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: Dramatik
: Spanish
: 138
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La estrella de Sevilla es una tragedia histórica anónima. En ella se relata una leyenda acontecida a finales del siglo XIII, el asesinato de Busto Tabera a manos de su futuro cuñado Sancho Ortiz. El Alcázar árabe, sede de la monarquía del reino moro de Sevilla y convertido tras reconquista de la ciudad en 1248 en Palacio Real, alojaba a los reyes y Castilla León durante sus visitas a la ciudad. Sancho IV (1257-1295) residía en el Alcázar cuando el regidor Busto Tavera pensaba casar a su única hermana, Estrella Tavera, la mujer más bella de Sevilla, con Sancho Ortiz de las Roelas, un apuesto caballero. Cuenta la leyenda que el rey Sancho pretendió, mediante artimañas, entró los aposentos de Estrella, enfrentándose con Busto. Sancho IV ofendido ante la resistencia de Busto a entregarle a su hermana, quiso recluirlo en una celda, pero sus consejeros le dijeron que era mejor ejecutarlo, ya que el buen hombre era muy apreciado en Sevilla. El rey ordenó el asesinato y encargó al propio Sancho Ortiz la ejecución. Sancho Ortiz de las Roelas mató a Bustos y fue encarcelado por ello. El asesino, arrepentido, quiso confesarse pero no se negó a denunciar al rey, por lealtad. Al final de la historia Estrella renunció a casarse y se internó en un convento.

Anónimo

Jornada segunda


(Salen el Rey, don Arias, y Natilde.)

Natilde Solo será más seguro;

que todos reposan ya.

Rey ¿Y Estrella?

Natilde Durmiendo está;

y el cuarto en que duerme, oscuro.

Rey Aunque decillo bastaba,

éste es, mujer, el papel

con la libertad en él;

que yo le daré otra esclava

a Busto.

Arias El dinero y todo

va en él.

Natilde Dadme vuestros pies.

(Aparte con el Rey.)

Arias Todos con el interés

son, señor, de un mismo modo.

Rey Divina cosa es reinar.

Arias ¿Quién lo puede resistir?

Rey Solo, al fin, he de subir,

para más disimular.

Arias ¿Solo te aventuras?

Rey Pues,

¿por qué espumosos remolcos

por manzanas paso a Colcos?

Busto mi vasallo es.

¿No es su casa ésta en que estoy?

Pues dime, ¿a qué me aventuro?

Y cuando no esté seguro,

¿conmigo mismo no voy?

Véte.

Arias ¿Dónde aguardaré?

Rey Desvïado de la calle,

en parte donde te halle.

Arias En San Marcos entraré.

(Vase.)

Rey ¿A qué hora Busto vendrá?

Natilde Viene siempre cuando al alba

hacen pajarillas salva;

y abierta la puerta está

hasta que él viene.

Rey El Amor

me allane tan alta empresa.

Natilde Busque tras mí Vuestra Alteza

lo oscuro del corredor;

que así llegará a sus bellas

luces.

Rey Mira mis locuras,

pues los dos, ciegos y a escuras,

vamos a caza de Estrellas.

Natilde ¿Qué Estrella al Sol no se humilla?

Rey Aunque soy don Sancho el Bravo,

venero en el cielo octavo

esta Estrella de Sevilla.

(Vanse. Salen Busto, don Manuel, y don Íñigo.)

Busto Ésta es mi posada.

Íñigo Adiós.

Busto Es temprano para mí.

Manuel No habéis de pasar de aquí.

Busto Basta.

Íñigo Tenemos los dos

cierta visita que hacer.

Busto ¿Qué os pareció Feliciana?

Manuel En el Alcázar mañana,

amigo, en esa mujer

hablaremos; que es figura

muy digna de celebrar.

(Vanse [don Manuel y don Íñigo.)

Busto Temprano me entro a acostar;

toda la casa está oscura.

¿No hay un paje? ¡Hola, Luján!

¡Osorio! ¡Juanico! ¡Andrés!

¿Todos duermen? ¡Justa! ¡Inés!

¿También ellas dormirán?

¡Natilde! ¿También la esclava

se ha dormido? Es dios el sueño,

y de los sentidos dueño.

(Salen Natilde, y el Rey.)

Natilde Pienso que es el que llamaba

mi señor. Perdida soy.

Rey ¿No dijiste que venía

al alba ?

Natilde ¡Desdicha es mía!

Busto ¡Natilde!

Natilde ¡Ay Dios! Yo me voy.

Rey No tengas pena.

Busto ¿Quién es?

Rey Un hombre.

Busto ¿A estas horas? ¡Hombre,

y en mi casa! Diga el nombre.

Rey Aparta.

Busto No sois cortés;

y si pasa, ha de pasar

por la punta de esta espada;

que, aunque esta casa es sagrada,

la tengo de profanar.

Rey Ten la espada.

Busto ¿Qué es tener,

cuando el cuarto de mi hermana

de esta suerte se profana?

Quién sois tengo de saber,

o aquí os tengo de matar.

Rey Hombre de importancia soy.

Déjame.

Busto En mi casa estoy,

y en ella yo he de mandar.

Rey Déjame pasar; advierte

que soy hombre bien nacido;

y, aunque a tu casa he venido,

no es mi intención ofenderte,

sino aumentar más tu honor.

Busto ¿El honor así se aumenta?

Rey Corra tu honor por mi cuenta.

Busto Por esta espada es mejor.

Y, si mi honor procuráis,

¿cómo embozado venís?

Honrándome, ¿os encubrís?

Dándome honor, ¿os tapáis?

Vuestro temor os convenza,

como averiguado está,

que ninguno que honra da

tiene de daRla vergüenza.

Meted mano, o, ¡vive Dios,

que os mate!

Rey ¡Necio apurar!

Busto Aquí os tengo de matar,

o me habéis de matar vos.

Rey (Aparte) (Diréle quién soy.)

Deténte;

que soy el rey.

Busto ¡Es engaño!

(Aparte.)(¿El rey procura mi daño,

solo, embozado, y sin gente?)

No puede ser; y a Su Alteza

aquí, villano, ofendéis,

pues defecto en él ponéis,

que es una estraña bajeza.

¿El rey había de estar

sus vasallos ofendiendo?

De esto de nuevo me ofendo;

por esto os he de matar,

aunque más me porfiéis;

y, ya que a mí me ofendáis,

(Mete mano.)

no en su grandeza pongáis

tal defeto, pues sabéis

que sacras y humanas leyes

condenan a culpa estrecha

al que imagina o sospecha

cosa indigna de los reyes.

Rey (Aparte.) (¡Qué notable apurar de hombre!)

Hombre, digo que el rey soy.

Busto Menos crédito te doy,

porque aquí no viene el nombre

de rey con las obras, pues

es el rey el que da honor;

tú buscas mi deshonor.

Rey (Aparte.) (Éste es necio y descortés.

¿Qué he de hacer?)

Busto (Aparte.) (El embozado

es el rey, no hay que dudar;

quiérole dejar pasar,

y saber si me ha afrentado

luego; que el alma me incita

la cólera y el furor;

que es como censo el honor,

que aun el que le da le quita.)

Pasa, cualquiera que seas,

y otra vez al rey no infames,

ni el rey, villano, te llames

cuando haces hazañas feas.

Mira que el rey mi señor,

del África horror y espanto,

es cristianísimo y santo,

y ofendes tanto valor.

La llave me ha confïado

de su casa, y no podía

venir sin llave a la mía

cuando la suya me ha dado.

Y no atropelléis la ley;

mirad que es hombre en efeto;

esto os digo, y os respeto

porque os fingistes el rey.

Y de verme no os asombre,

cuerdo, aunque quedo afrentado;

que un vasallo está obligado

a tener respeto al nombre.

Esto, don Busto Tavera

aquí os lo dice, y, por Dios,

que como lo dice a vos,

a él mismo se lo dijera.

Y, sin más atropellarlos

contra Dios y contra ley,

así aprenderá a ser rey

del honor de sus...