: Abdourahman A. Waberi
: Pasaje de lágrimas
: Baile del Sol
: 9788415700111
: 1
: CHF 4.50
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: Gegenwartsliteratur (ab 1945)
: Spanish
: 162
: kein Kopierschutz
: PC/MAC/eReader/Tablet
: ePUB
Jibril abandonó Yibuti hace años. En Montreal se convirtió en un hombre nuevo. El país de su infancia ahora es para él tan sólo una tierra extraña. Contratado por una agencia de información, debe regresar durante unos días para llevar a cabo una misión. Francia, Estados Unidos, Dubái y los islamistas se disputan este trozo de basalto. A Jibril le tienen sin cuidado sus querellas, pero se siente traicionado por este país que nació, como él mismo, un 17 de junio de 1977, el día de la independencia. Las heridas se abren, los fantasmas de los suyos le atormentan, su investigación se atasca. Día tras día, se deja arrastrar hacia los peligrosos caminos del recuerdo. Desde su prisión escondida en los islotes del Diablo, frente a Yibuti, un hombre es informado de su regreso: le sigue con el pensamiento dondequiera que vaya, le interpela, no le deja en paz. Nadie regresa impunemente sobre las huellas de su pasado. Abdourahman A. Waberi ha escrito un relato que nos deja sin aliento, un relato poético en el que aparece la mítica figura del escritor Walter Benjamin, dispuesto a perturbar el imaginario de los protagonistas.

Abdourahman A. Waberi nació el 20 de julio de 1965 en Yibuti. Dejó su país en 1985 para estudiar Inglés en la Universidad de Caen y de Dijon, en Francia. Desde 1994 ha publicado siete libros de ficción con Le Serpent à plumes, Gallimard et JC Lattes, entre ellosPasaje de lágrimas. Sus artículos y críticas han aparecido en periódicos de gran tirada y las principales revistas de todo el mundo. Su obra ha sido traducida a varios idiomas.

Una ausencia demasiado larga


Cuaderno nº 1. Lunes 2 de octubre.

He vuelto hace tres días. Regreso a Yibuti por motivos profesionales, no para entregarme a la nostalgia o dedicarme a abrir viejas heridas. A mis veintinueve años acabo de firmar un contrato con una compañía norteamericana que me va a proporcionar sustanciosos dividendos. A cambio, me he comprometido a entregarles los frutos de mi investigación, que va satisfacer, estoy seguro de ello, su voraz apetito. Debo entregar en el despacho de Denver, Colorado, dentro del plazo pactado un dossier completo con fichas, notas, planos, croquis y clichés fotográficos. Para concluir el trabajo dispongoúnicamente de una breve semana de tiempo. Por su parte, la compañía ingresará en la cuenta de mi banco de la sucursal de Montreal, ciudad donde resido, el importe convenido en dólares canadienses. Transcurrido este período, tendré que hacerme cargo yo mismo de todos los gastos. Por tu cuenta y riesgo, insistió Ariel Klein, el consejero jurídico, frunciendo suúnica ceja, más espesa que la de Frida Kahlo. Me deseó suerte al tiempo que giraba sobre sus talones, dando claramente a entender que nuestra conversación había terminado. Así que, con mi pequeña maleta de trampero comoúnico equipaje, me dirigí al aeropuerto. Y ahora aquí estoy, con una misión que cumplir en el país que me vio nacer y que no supo o fue incapaz de mantenerme a su lado. Confieso que no soporto las penas. No me gustan ni las despedidas ni los reencuentros; diría más bien que detesto cualquier tipo de efusividad. El pasado me interesa menos que el futuro y mi tiempo es muy valioso. Su color es el verde del dinero. En el mundo de donde procedo, el tiempo no se puede estirar indefinidamente. El tiempo es dinero y el dinero mueve al mundo. Es la Bolsa, con sus flujos de píxeles, algoritmos, cifras, provisiones, productos manufacturados,índices descriptivos, ideas, sonidos, imágenes o simulacros que aparecen en las pantallas del mundo. Es el aliento vital del universo, la derrota del adversario y la ganancia del mercado codiciado.

He vuelto para cumplir una misión, ni más fácil ni más difícil que otra. Y aquí me tenéis: hace tres días que deambulo olfateando el aire y aguzando la vista y el oído por todas partes, discretamente, para poder penetrar en el misterio que rodea las grandes maniobras que empezaron antes de mi llegada. Desde el misterioso miércoles 28 de septiembre, día en el que recibí una misteriosa llamada, y antes de mi vuelo Montréal-Yibuti vía París de la mañana siguiente, persigo hasta el más mínimo indicio igual que lo haría un geólogo de campo que ansía encontrar siempre otro acuífero, otro nuevo pozo de petróleo que excavar.

Ayer, antes de escuchar la edición de las cinco de la tarde de las noticias de la BBC emitidas desde Londres en somalí, redacté mi primer informe:

 

Entre Assab y Zeïlah, pasando por el golfo de Tadjoura, se encuentra una tierra sin agua. Una tierra rocosa, labrada obstinadamente, paso a paso, por el hombre. Surgida del caos prehistórico, en otros tiempos fue más verde que las tierras amazónicas. Desde entonces el sol no ha cesado de rejuvenecerla con la savia de sus propios incendios. Los hombres la habitan desde la noche de los tiempos, con los pies cubiertos por el polvo del camino y el espíritu curtido por los avatares del tiempo. Los hombres de este viejo país están permanentemente a la espera: de una tormenta, de un mesías o de un seísmo. Afortunadamente hay niebla. Una niebla muy espesa que desciende y se cubre el lugar durante todo el día. Y esos hombres, astutos, han tendido su trampa a la niebla con un endiablado sistema. Han instalado, de un extremo al otro de la playa, unas impresionantes telas de setenta metros cuadrados, regalo de las fuerzas americanas, con una superficie total equivalente a un campo de fútbol. No están destinadas a una sesión de cine al aire libre, sino a recolectar el agua que proporciona la niebla. Las minúsculas partículas que flotan en suspensión en el aire quedan atrapadas en la malla de la red, y pasan a continuación a un canal de desagüe que desemboca en una manguera. El agua obtenida por este sistema, es filtrada a fin de extraerle los efluvios de hidrocarburos. Aunque es rica en sodio y calcio, tiene buen sabor. La niebla permite producir varios litros de agua diariamente, a pesar de su imprevisibilidad natural. Este caprichoso maná suele abastecer las necesidades cotidianas de agua potable de varias familias de refugiados provenientes de la capital. Da la impresión de que los jóvenes de aquí son excelentes cazadores de niebla. Cuaderno nº1, nota nº 1, rúbrica climática.

 

De este modo voy agrupando mis notas y ordeno los frutos de mi cosecha en libretasmoleskine pequeñas, de color azul oscuro, que he numerado del 1 al 10, con la esperanza de que estas notas me ayuden a llevar mis investigaciones a buen puerto: cuando las haya revisado, verificado, analizado y comparado, la línea directriz emergerá de sus profundidades. Su propósito verá la luz. Mis patrocinadores van a poder sacar el máximo provecho de mi trabajo. Los magnates del uranio—que apuestan por la extinción del petróleo y el retorno a la energía nuclear, de nuevo en estado de gracia— pondrán sobre la mesa miles de dólares una vez ganada la batalla de la seguridad. Les ha seducido (cito de memoria las primeras palabras que escribí en la ficha de mi misión)esta región abandonada por tanto tiempo y potencialmente rica en uranio tanto en su superficie como en su perfil geológico.

 

Mi misión consiste en tantear el terreno para cerciorarme del grado de seguridad y estabilidad del país, y al mismo tiempo certificar que los terroristas están bajo control. La información constituye el eje central de la economía mundial en tiempos de guerra, su sector con más futuro. Centenares de empresas jóvenes y dinámicas se lanzan a este segmento ampliamente apoyado por los poderes públicos desde el 11 de septiembre.

Los americanos han estado trabajando afanosamente durante losúltimos años para resarcirse de su profundo desconocimiento del resto del mundo. Las universidades dedican muchos esfuerzos a reclutar profesores deárabe, persa, lingala o turkmene. Crean nuevas cátedras con el fin de recuperar el tiempo perdido. De entre todas las actividades desplegadas por Wash